viernes, 10 de diciembre de 2021

La relevancia de Wittgenstein para el pensamiento político:

 

Andamios

versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios  no.1 Ciudad de México ene. 2004

 

Ideas

 

La relevancia de Wittgenstein para el pensamiento político

 

Wittgenstein's relevance for the political thought

 

María Teresa Muñoz*

 

* Doctora en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora–investigadora de la Escuela de Filosofía de la Universidad Intercontinental. Correo electrónico: mmunoz@uic.edu.mx

 

Resumen

Sin pretender un recorrido exhaustivo por la propuesta wittgensteiniana, me propongo mostrar que, por su marcado carácter terapéutico, tiene también un profundo valor práctico. Sostengo en este ensayo que la concepción wittgensteiniana del filosofar nos puede proveer una nueva senda para pensar acerca de lo público. Es más, su invitación a "mirar con cuidado" contiene un fuerte impulso liberador.

Palabras clave: Juegos de lenguaje, formas de vida, reglas gramaticales, comunidades de certeza.

 

Abstract

Without having tried to sketch an exhaustive review of the Wittgensteinian outlook, I try to demonstrate that, precisely because of its remarkable therapeutic character, it has a profound practical relevance as well. I hold that the Wittgensteinian conception of philosophical thinking can provide a new path to think about the realm of the public. More so, its invitation to watch carefully contains a strong liberating impulse.

 

La enfermedad de una época se cura mediante
una transformación del modo de vida de las
personas, y la enfermedad de los problemas
filosóficos sólo podría curarse mediante un
modo de vida y pensar transformados, no por
una medicina que inventara algún particular.
Wittgenstein, Observaciones sobre los
fundamentos de las matemáticas, II, 23.

 

En este texto se parte de la interna relación entre la política y el discurso, la acción y el lenguaje. Desde este punto de partida se intenta mostrar que la mirada wittgensteiniana al lenguaje nos puede proveer de un nuevo camino para pensar acerca del discurso político y de lo político mismo. Evidentemente no se trata de presentar esta propuesta como un nuevo método para las llamadas "ciencias sociales", ni mucho menos extraer una teoría social alternativa sino mostrar que la tarea crítica o negativa de su filosofía, su capacidad de desocultamiento, de terapia, tiene un interesante valor práctico.

Para lograr el objetivo de este artículo, dos aproximaciones me parecen interesantes: por un lado, comentar el debate actual entre aquellos que ubican los planteamientos filosóficos de Wittgenstein a la derecha o la izquierda en el panorama político;1 y por otro lado, enfrentar los planteamientos de aquellos que sostienen que Wittgenstein deja todo como está2 y que no nos ofrece una explicación filosófica sobre el significado. Esta última posición, que se conoce como "quietismo",3 pondría de manifiesto, según algunas interpretaciones, la irresponsabilidad intelectual wittgensteiniana frente a los problemas políticos. Haré algunos comentarios con relación a la segunda, y me centraré en la primera de las tareas.

En el último apartado de este texto se mostrarán algunos caminos abiertos desde la propuesta wittgensteiniana al pensamiento político,4 algunos de ellos han sido desarrollados en las últimas tres décadas.5 Con este trabajo no se pretende ofrecer una nueva interpretación de la mirada wittgensteiniana a la filosofía, sólo mostrar que ésta puede ser constructiva para aquellos que dedican sus investigaciones a otros ámbitos de reflexión; me preocupa en concreto la teoría política.

 

LA TAREA: MIRAR CON CUIDADO

El comentario de Wittgenstein acerca de la
filosofía —que lo "deja todo como está"—se
cita con frecuencia. Pero con menos frecuencia
nos damos cuenta de que, al pretender cambiar
solamente la manera de ver las cosas,
Wittgenstein intentaba cambiarlo todo.

Ray Monk, Ludwig Wittgenstein

 

Ludwig Wittgenstein, en su llamada segunda época, niega que la filosofía sea una disciplina científica o un saber sustantivo cuya función sea avanzar hipótesis. Las ciencias se ocupan de problemas empíricos y la filosofía tradicional ha venido pretendiendo avanzar hipótesis acerca de lo que hay. Sin embargo, el interés del filósofo, desde esta perspectiva, debe centrarse en describir el uso, la práctica del lenguaje, a fin de evitar malentendidos; de ahíque nuestra tarea no sea de índole científica. Se trata de una labor de carácter gramatical que consiste en el análisis conceptual de nuestras formas de expresión.6 El proceso tiene a veces semejanza con una descomposición, en la que la tarea consiste en determinar cómo se usa tal o cual expresión y en qué circunstancias. Nos interesa, dice Wittgenstein, el empleo cotidiano de nuestras palabras.7

[...] el descubrimiento de algún que otro simple sin sentido y de los chichones que el entendimiento se ha hecho al chocar con los límites del lenguaje. Estos, los chichones, nos hacen reconocer el valor de ese descubrimiento. (Wittgenstein, 1985: I, 119)

Lo importante es mirar y ver cómo funciona el lenguaje. Al acercarnos al lenguaje debemos esforzarnos por ver las conexiones, acceder a una visión sinóptica8 que produce la comprensión. La representación sinóptica es nuestra forma de representación, el modo en que vemos las cosas.9

Desde la posición del segundo Wittgenstein no interesa, pues, avanzar hipótesis o proponer teorías acerca del mundo, el lenguaje o el pensamiento: "La filosofía es una lucha contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio de nuestro lenguaje".10 El autor de las Investigaciones ha renunciado a la concepción de la filosofía como disciplina detentadora del poder de análisis capaz de fijar los límites de lo significativo, determinando los límites del lenguaje.11 Es preciso, entonces, analizar el lenguaje como fenómeno, no con la pretensión de explicarlo, sino de presentarlo:

Toda explicación tiene que desaparecer y sólo la descripción ha de ocupar su lugar. Y esta descripción recibe su luz, esto es, su finalidad, de los problemas filosóficos. Estos no son ciertamente empíricos, sino que se resuelven mediante una cala en el funcionamiento de nuestro lenguaje. (Wittgenstein, 1985: I, 109)

Recordemos, con Wittgenstein, que los hechos lingüísticos no pueden ser explicados, entendiendo aquí la explicación como ofrecer una enumeración de condiciones necesarias y suficientes. De esta manera, la filosofía wittgensteiniana no es un sistema más en la tradición de la filosofía, sino un nuevo modo de filosofar.

[La investigación filosófica, entonces,] nace no de un interés por los hechos del acontecer natural, ni de la necesidad de captar conexiones causales. Sino de una aspiración a entender el fundamento, o esencia, de todo lo que la experiencia enseña. Pero no como si debiéramos para ello rastrear nuevos hechos: es más bien esencial a nuestra investigación el que no queramos aprender nada nuevo con ella. Queremos entender algo que ya está patente ante nuestros ojos. Pues es esto lo que, en algún sentido, parecemos no entender. (Wittgenstein, 1985: I, 89)

La filosofía tradicional confunde el dominio de lo lógico o gramatical con el dominio de lo ontológico. Esta confusión de ámbitos es lo que resulta problemático. No se trata de desvelar ninguna supuesta esencia de los fenómenos, sino de mostrar el uso de los términos a través de los cuales hablamos de los fenómenos y esta labor es eminentemente lógico–gramatical, no ontológica y menos empírica. Cuando tratamos de prescindir del uso cotidiano de una expresión chocamos con los límites de nuestro lenguaje. Esto es parte de lo que ha venido ocurriéndole a la filosofía tradicional.

La propuesta wittgensteiniana se presenta, pues, no como una construcción teórica y sistemática, sino como una práctica consistente en mostrar los usos de nuestros términos a fin de llevar a cabo, en su caso, una terapia. En este sentido podríamos concluir que la tarea de la filosofía es eminentemente crítica, digamos, deconstructiva.

Así, parece que todos los parágrafos de las Investigaciones filosóficas que hemos venido recuperando hasta aquí confirmarían la objeción de que Wittgenstein no puede ser apoyo para las ciencias sociales, en tanto no propone una teoría, al contrario, desmantela toda pretensión de generalizar, en definitiva, de teorizar. Sin embargo, quisiera sostener que su propuesta puede ser leída también en su profundo valor constructivo. Para ello, es importante hacer notar que este tipo de análisis conceptuales tiene implicaciones no únicamente verbales, sino también antropológicas. No se trata, de ninguna manera, de afirmar que los problemas de la filosofía social y política surjan de las excentricidades del lenguaje con el que intentan describir el mundo, sino de defender el carácter constitutivo del lenguaje,12 a partir del abandono de la idea de que la estructura de la realidad determina la estructura del lenguaje; a decir verdad, lo que sucede es todo lo contrario: el lenguaje determina nuestra visión de la realidad, porque vemos las cosas a través de él. No existe un lugar fuera de la experiencia lingüística del mundo desde el cual éste pudiera convertirse a símismo en objeto. Por ello, cualquier determinación ontológica de la realidad es parasitaria del lenguaje. Empero, esto no nos compromete, en ningún momento, con la afirmación de que los problemas de la filosofía surgen más del lenguaje que del mundo; en palabras de Peter Winch:

Porque al analizar filosóficamente el lenguaje estamos analizando, de hecho, lo que se considera perteneciente al mundo. Nuestra idea de lo que pertenece al dominio de la realidad nos es dada en el lenguaje que usamos. Nuestros conceptos establecen para nosotros la forma de la experiencia que tenemos del mundo. (Winch, 1990: 20–21)

Por ello, en última instancia, la filosofía esclarece las interpretaciones del mundo que nos rodea y de nosotros mismos. Esto posibilita la crítica y, desde ella, el cambio. Tal como acertadamente ha interpretado Habermas:

Si los lenguajes empíricos, pese a ser tales, determinan trascendentalmente diversas y variables visiones del mundo, entonces el mundo fijado lingüísticamente pierde su carácter exclusivamente teorético. La relación entre lógica del lenguaje y realidad se convierte en una relación práctica. El mundo determinado gramaticalmente es ahora el horizonte en que se interpreta la realidad. (Habermas, 1993: 211)13

Es preciso no dejar de lado esta consideración que es la que nos permite tomar conciencia de la fuerza de la palabra y de la pertinencia de la clarificación del lenguaje para la aclaración de nuestras formas de vida.

Como dijimos al inicio, el aporte de la mirada wittgensteiniana no puede ser en ningún caso una teoría política alternativa; por el contrario lo relevante de su propuesta es la manifiesta hostilidad hacia la teorización, sus sospechas de la generalización amplia y sistemática y, lo que es más, su énfasis en el valor terapéutico de ver el caso particular asumiendo la pluralidad y la contradicción.14 Este es su potencial: el modo de filosofar wittgensteiniano muestra la pertinencia de atender la especificidad, los casos particulares. Este planteamiento podría ayudar a superar la coercitividad que implica la teoría política en su necesidad de generalizar abstrayendo del caso particular.

Lo anterior nos permite afirmar que la función de la filosofía, desde una visión que se pretende wittgensteiniana, no es únicamente de carácter negativo con respecto a una mejor comprensión de la vida social. En la política, asunto del que obviamente se ocupa la teoría política, el discurso, el lenguaje, es constitutivo del espacio público. Como señala Hanna Pitkin:

El discurso político es en símismo una parte de la actividad de los participantes y es utilizado en el curso de la misma por ellos. De acuerdo con eso, habría que esperar que reflejase, como lo hace el discurso moral, la peligrosa incapacidad de predecir la acción, su potencial para desviarse o para producir consecuencias inesperadas. Y habría que esperar que hiciese frente a las mismas dificultades que dimanan de la identificación de las acciones: también en política el simple establecimiento de los hechos, de lo que es la situación, parece que tiene consecuencias definitivas, lo que le convierte en una parte central de la discusión. (Pitkin, 1984: 298).15

Lo que la teoría política tradicional no ha podido asumir es este carácter contingente de lo político y ello porque no ha puesto suficiente atención al lenguaje que hace posible el hecho político. En el caso del juego de lenguaje de la teoría política las confusiones que se generan en y por el lenguaje debido a una falta de visión sinóptica, son una forma de alineación.16 Por ello, desde una concepción wittgensteiniana del filosofar la tarea sería persuadir al teórico político para que mire lo que está ante sus ojos; "Como se ha dicho: ¡no pienses, sino mira!".17 No se trata de un mirar pasivo, sino de estar atento a lo que se oculta tras los intersticios del lenguaje, en este caso, del discurso político. No es un mirar acrítico, sino liberador.

Trabajo completo:

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-00632004000100009


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