miércoles, 11 de noviembre de 2015

Filosofía francesa siglo XIX

LA FILOSOFÍA FRANCESA DEL SIGLO XIX

LA FILOSOFÍA FRANCESA DEL SIGLO XIX

El pensamiento filosófico francés del siglo XIX esté dominado por el positivismo de Comte. Pero a par de esta tendencia totalizadora, que termina degenerando en una grotesca parodia del culto católico, coexisten otras corrientes de cierta importancia: así el espiritualismo de Alfredo Fouillée (1838-191 2) y de Víctor Cousin (1892-1867) y el neocriticismo de Carlos Renouvier (1815-1903).

A. ESPIRITUALISMO Y NEOCRITICISMO




A Fouillée se debe la formulación del sistema de las ideas-fuerzas, que consiste en considerar que la idea no es tan solo una representación .mental, sino un "principio que tiende a realizarse". "Así, explica Reinach, en la controversia entre libre arbitrio y determinismo, concluye que ambas tesis se apoyan en argumentos irrefutables, pero que el hombre posee la idea de la libertad y que esa idea le hace libre; parejamente, la idea de justicia nos hace justos, y la idea de moral, que es un hecho de conciencia, nos lleva a la moralidad."98




Cousin profesó una doctrina ecléctica de signo espiritualista. -"Los sistemas filosóficos, escribió, no son la filosofía: la filosofía los sobrepasa con toda la superioridad de un principio respecto de sus aplicaciones. Los sistemas se esfuerzan por realizar la idea de la filosofía, así como las instituciones civiles se esfuerzan por realizar la idea de la justicia". Cousin asumió siempre posiciones intermedias y conciliadoras, pero afirmando a la razón como árbitro supremo.



Renouvier, ya en su madurez, intentó conciliar los sistemas de Hume y de Kant, pero en realidad asumió una posición muy original. Afirma que el nuómeno kantiano es "un vestigio de la metafísica escolástica"; que lo continuo es una ilusión; que la tesis de Hegel respecto a la identidad de los contrarios es insensata, y que los actos libres no son efectos sin causa, toda vez que su causa es el hombre mismo. Por lo demás, consideró que si la naturaleza debe ser explicada matemática y mecánicamente, lo cierto es que el mecanismo no es otra cosa que la apariencia exterior de esa misma naturaleza, en la que subyace esencialmente el pensamiento.

Examinaremos inicialmente el sistema positivista de Comte, y luégo lo que pudiera calificarse de "psicologismo vitalista", es decir, los aportes de un pensador francés que constituye un eslabón intelectual entre el Siglo XIX y el Siglo XX: Henri Bergson (1859-1941).

B. AUGUSTO COMTE Y EL POSITIVISMO.





El pensamiento comtiano, en cuanto incide en la filosofía de la historia, se examina en la segunda parte de esta obra. Nos corresponde aquí explicar -antes que otra cosa- los fundamentos de su Cours de Philosophie positive (1830-1842), "obra llena de ideas, pero larga y pesada".99

El conocimiento humano, como la humanidad misma, se desarrolla en tres estadios: el teológico, el metafísico y el positivo. En este último, la mente humana comprende que es imposible abarcar la esencia absoluta de la realidad y que únicamente se pueden establecer, como explica Messer, los hechos y sus leyes, valiéndose para esto de la observación y de la experimentación y entendiéndose por "leyes" las regularidades en el curso de los fenómenos.100 Ahora bien: a diferencia de lo que ocurría en los estadios anteriores, en el positivo se llega a la conclusión de que todo conocimiento es relativo, porque la realidad es avizorada desde el punto de vista del hombre y porque las leyes naturales nada nos dicen sobre "la esencia" de los fenómenos, sino sobre sus relaciones.

Por lo que dice a la teoría del conocimiento, el positivismo comtiano es rigurosamente empirista. -"El Positivismo, escribe Preti, es decididamente laico, revolucionario y, por ello, antimetafísico. A las nebulosidades y arbitrios de un saber fundado en la fe, en el 'corazón', o en la intuición genial, contrapone el método objetivo, experimental o 'positivo' de la ciencia natural".101 Esto porque, dentro del ámbito espiritual europeo, el positivismo se presenta ante todo, como una reacción intelectual y racionalista contra el romanticismo y, por ende, contra el primado de la intuición, de la "sensibilidad" y de la "imaginación creadora".

En la Primera Lección de su Curso de Filosofía Positiva declaró Comte:

 -"La filosofía teológica y la filosofía metafísica se disputan hoy la tarea, demasiado superior a las fuerzas de una y otra, de reorganizar la sociedad; entre ellas solas subsiste aún la lucha en este respecto. La filosofía positiva no ha intervenido hasta ahora en la contienda más que para criticarles a las dos (...). Situémosla, por fin; en estado de desempeñar un papel activo, sin inquietarnos por más tiempo de los debates, que ahora ya son inútiles Completando la vasta operación intelectual comenzada por Bacon, por Descartes y por Galileo, construyamos directamente el sistema de ideas generales que esta filosofía está destinada a hacer prevalecer indefinidamente en la especie humana, y que determinará esencialmente la crisis revolucionaria que atormenta a los pueblos civilizados".102

Comte, de consiguiente, concibió su filosofía como algo definitivo y apto por excelencia para informar una revolución social inevitable. La sociedad, su contexto y su evolución, constituían en definitiva la meta de la inquietud mental de Comte. De aquí que después del Curso de Filosofía Positiva redactara su Systéme de politique positive ou traité de sociotogie (1852-1854).

En el Preámbulo general de esta última obra, escribió Comte: -'El positivismo se compone esencialmente de una filosofía y de una política, necesariamente inseparables, como formando la una la base y la otra el fin de un mismo sistema universal, en el 'que la inteligencia y la sociabilidad se hallan íntimamente' combinadas. En efecto, por una parte, la ciencia social no es sólo la más importante de todas, sino que ante todo proporciona el único lazo, á la vez lógico y científico, que desde ahora soporta el conjunto de nuestras contemplaciones reales (...). Y, por otra parte, a medida que el curso natural de los acontecimientos caracteriza la gran crisis moderna, la reorganización política se presenta cada vez más como necesariamente imposible sin la reconstrucción precedente de las opiniones y de las costumbres. Una sistematización real de todos los pensamientos humanos constituye, pues, nuestra primera necesidad social, análogamente referente al orden y al progreso".103

Los títulos de las obras de Comte prometen más de lo que ofrecen en realidad. El pensador francés, sin embargo, tuvo el mérito de haber acuñado el nombre y sentado las bases de la nueva ciencia de las sociedades. es decir, de la sociología. Y de haber contribuído a la filosofía de la historia con algunas tesis de cierta importancia.

C. EL PSICOLOGISMO VITALISTA DE HENRI BERGSON




Henri Bergson fue, sin duda, el pensador más penetrante e influyente entre los franceses de su generación. Su carrera universitaria fue excepcionalmente brillante y sus escritos se distinguen por la claridad expositiva y las virtudes de un estilo literario de gran calidad.

Obras fundamentales de Bergson son las siguientes: Essai sur les données inmédiates de la conscience (1889); Matiere et mémoire (1897); Le rire (1900); L'évolution créatrice (1906) y L'energie spirituelle (1920). El pensamiento de Bergson, ajeno al prurito sistemático, fluye de una posición esencialmente psicológica: la intuición directa de los datos inmediatos de la consciencia.

Para Bergson, uno de los primeros pasos en el camino de la filosofía consiste en distinguir el tiempo verdadero, que es el tiempo psicológico, de su traducción especial, o sea del tiempo matemático. Además, la vida -al igual que la conciencia- es duración, movilidad, renovada creación, libertad. De aquí el que caractericemos su pensamiento bajo el epígrafe de "psicologismo vitalista".

Bergson niega que la conciencia sea una función del cerebro y que la vida espiritual sea un "efecto" de la existencia somática del hombre. "Todo sucede, explica Reinach, como si el cuerpo fuera simplemente utilizado por el espíritu. No hay razón alguna para suponer que cuerpo y espíritu estén indisoluble y recíprocamente ligados; por ende, la supervivencia del espíritu desligado del cuerpo es una hipótesis inverificable, pero no absurda".104

Bergson insurgió también contra toda teoría mecanicista, e inclusive contra el evolucionismo de Darwin y de Spencer. El mundo viviente es el mundo de lo imprevisto y de lo imprevisible, y allí donde hay imprevisibilidad existe libertad de elección. El principio de toda existencia es una fuerza psicológica, posiblemente consciente, que evoluciona a través del tiempo real, y a la que llama

Bergson impulso vital. Este impulso no tiende a un fin determinado, conseguido el cual tendría que detenerse. La finalidad, por consiguiente, no cabe dentro del sistema bergsoniano. Por el contrario, el perpetuo fluir de ese impulso vital es lo que constituye o produce una evolución creadora incesante.

Con ciertas reservas, puede aceptarse el juicio crítico de Will Durant sobre el autor de La evolución creadora: -"El materialismo mecánico que había servido de fundamento a la filosofía antes de Kant y Schopenhauer, recuperó todo su poder al comenzar nuestro siglo. Bergson lo atacó, no por medio de una crítica Kantiana del conocimiento, ni con la pretensión idealista de que la materia es conocida sólo a través del espíritu, sino siguiendo la dirección de Schopenhauer y buscando, tanto en el mundo objetivo como en el subjetivo, un principio animador, una entelequia activa que hiciera más inteligibles los milagros y las sutilezas de la vida. Nunca el vitalismo fue defendido con tal fuerza, ni revestido de tantos atractivos. Bergson disfrutó de pronta popularidad porque defendió las esperanzas que brotan eternamente del pecho humano".105

Bergson ha sido vigorosamente defendido y combatido ásperamente. Entre sus impugnadores cuéntase el poeta, escritor y filósofo hispano-estadinense Jorge Santayana (1863-1952). Entre sus panegiristas figura el ilustre escritor italiano Giovanni Papini (1881-1956), quien llegó a afirmar que la tentativa intelectual de Bergson es "el esfuerzo más grande y poderoso que se haya hecho para alcanzar, finalmente, la pureza y la autonomía de la especulación".106

Por su ubicación científica, por las fuentes de su pensamiento e inclusive por su preocupación estilística, Bergson pertenece, mejor que al siglo XX, al siglo precedente, bien que su obra más significativa -L'évolution créatrice- hubiera sido publicada en el año de 1906. De aquí el que lo hayamos incluído en el presente capítulo.



Publicado en: 
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/hifi/hifi13.htm














BERNARD-HENRI LÉVY : BLOG DE FILOSOFÍA DE CAYETANO ACUÑA V.





Why Does Everyone Hate Bernard-Henri Lévy?

The French playboy philosopher, who toppled Gaddafi, ponders the big questions. And fervently supports Israel.




French philosopher Bernard-Henri Lévy recently visited New York. (Photo: Emily Lembo)

Americans have Angelina Jolie to scold the United Nations member states on their lack of interest in the butchery going on in Syria, the French have the philosopher Bernard-Henri Lévy to go to Benghazi and single-handedly topple Muammar Gaddafi. As old as the state of Israel, the gorgeous looks of the philosopher have now faded into those of a Baldassare Castiglione’s courtier, a crepuscular Lawrence of Arabia had the Brit been a ladies’ man.

In New York for a speech at the French consulate on “The Future of the French and European Jewry,” Mr. Lévy was headlining a fundraising campaign for the David Gritz Scholarship that will enable young Israelis to study abroad.

A Hamas bomb at the University of Jerusalem killed Gritz, an American from Massachusetts studying in Israel in 2002.

“This scholarship is about fighting against divestments,” the intellectual insisted in a puzzling non sequitur.

For many in Europe, the rise of the politically engaged intellectual, a rare breed in the U.S., occurred at the end of the 19th century when writers, artists and philosophers stood up for Alfred Dreyfus, a victim of pervasive French anti-Semitism. This tradition perdured in the 20th century with André Malraux who joined the Republicans in the Spanish Civil War and the fight between Jean-Paul Sartre, about whom Mr. Lévy wrote a remarkable book and Albert Camus over the Algerian war for independence. 

But a better analogy for Mr. Levy’s destiny might very well be François-René de Chateaubriand, the author of the unforgettable Memoirs from Beyond the Grave who had a tumultuous relationship with the diminutive Napoleon and was instrumental in the 1823 French invasion of Spain that led to the restoration of Ferdinand VII. Chateaubriand’s The Genius of Christianity even inspired Mr. Levy to write a fascinating text The Genius of Judaism, treating Judaism not as a religion but as a philosophical system, a guide for living.


French philosopher and writer Bernard-Henri Levy speak to the United Nations General Assembly at a meeting devoted to anti-Semitism on January 22, 2015, in New York City. (Photo: Spencer Platt/Getty Images)

Mr. Lévy is France’s favorite punching bag. Legendary for wearing a black Christian Dior suit over an unbuttoned white shirt, the man who has had the ear of presidents since Francois Mitterand, no matter their political affiliations, was born into wealth and attended the best schools in Paris, getting his agrégation in philosophy.

His counter-intuitive lightning rod 1977 book Barbarism With A Human Face was published at a time when the communist party was not only France’s main political opposition to the Gaullist right, which had been in power since World War II but the main referent among intellectuals. In the eighties, there was not one TV talk show producer who didn’t want to book the former Maoist and a few other of his friends, called the New Philosophers, such as Andre Glucksman and Pascal Bruckner. The new prime-time stars were eager to explain their sudden disdain of Marxism and full embrace of the crypto-fascist anti-USSR Tsarist Aleksandr Solzhenitsyn. 




Mr. Lévy’s father, who had made his fortune with Becop, a corporation importing rare wood treated in exploitative plants from the Ivory Coast and Gabon, where subpar wages and mass deforestation were the norms, financed his short-lived daily L’Imprévu while he was dating models. As with many neocons in America who had a leftist past, this newfound anti-Marxist discourse, which occurred while the USSR was invading Afghanistan, resonated throughout Europe like a Tickle Me Elmo fire sale in a Columbus, Ohio suburb.

Pretty soon Mr. Lévy was in Sarajevo dodging snipers’ bullets and having tea with Ahmad Shah Massoud in the Panjshir Valley. When he got stuck in Bosnia under Serbian shells, unable to fly to Saint-Paul-de-Vence to marry Eric Rohmer’s égérie Arielle Dombasle, he had President Mitterand send an air force jet to bring him to Provence on time.

“Don’t you think that’s why people hate you?” I asked him. “What was I supposed to do? Not get married?” he answered. “Mitterand owed me, I helped him save face in Bosnia. I did so much for the French government, in the name of the French government, that it was really the least they could do to help me fly there.”

Indeed, it was his idea to have the French president land unannounced at the Sarajevo airport in a show of force meant to calm the carnage taking place in the former Yugoslavia. Alas, nothing came out of it, so grateful Mitterand was to the Serbs for their stance against Hitler during World War II and so helpless Europe thankfully is without an army. The slaughter kept ongoing in Europe’s backyard until President Clinton belatedly intervened and bombed Serbia.

Part prime-time buffoonery, part tourism diplomacy, Mr. Lévy was at least trying to end Sarajevo’s siege and help Massoud get international recognition and weapons. Never mind that people close to Massoud never heard of a meeting with Lévy and that a Bosniac TV crew staged an interview with the philosopher, replete with sniper soundtracks and faux dodgings.

“Democracies are not run by the truth,” Mr. Lévy told me.

“Maybe people hate you because you are this very rich, powerful, well-connected philosopher and you were always with women who weren’t intellectuals?” I asked him.

“How do you know when you look at a beautiful woman if she’s not an intellectual?” The man who is now dating Daphne Guinness asked, “What does it mean, an intellectual woman? Does it mean a teacher of Ancient History? This is the most sexist thing I’ve heard”

Certainly, his ardent support for the rapist Roman Polanski and Dominique Strauss Kahn, who in a court deposition a few months ago testified that he thought the prostitute he hurt during sex was enjoying the rough sex, doesn’t help. If Nietzsche, Mr. Lévy’s master, urged us at the peak of Modernity to philosophize with a hammer, it is very possible that Mr. Lévy’s C-4 brand of diplomacy is what is needed in the post-modern Middle East, where stateless factions and disconnected cells are capable of taking over entire swaths of land overlapping booby-trapped borders left behind in haste by departing colonial powers in knowing disregard for tribes and ethnic integrities.

“What did you make of Jimmy Carter calling Israel an apartheid state?” I asked him.
“Old age,” Mr. Lévy answered instantly, “this is a deranged statement.”

Many in the Arab world are skeptical of his empathy for the oppressed and persecuted all over the world and see his indifference to the plight of the Palestinians as proof that he’s nothing more than a Zionist pawn, a conspiracy theory that has the virtue of being preposterous.

“Were you disappointed by the reelection of Benjamin Netanyahu?” I asked him.

I would dream for Israel a leadership more daring, more optimistic. Netanyahu belongs to a tradition of Israeli leaders, which I know well, who believe at the end, that whatever they do, it will not change anything, a sort of historical, fundamental pessimism.







“Yes I was, I would have much preferred Herzog,” he said. “Herzog said nothing about the occupied territories though, his program was more focused on social justice,” I told him. “I’m not an Israeli but if I were, I would have been in favor of a more daring prime minister, who would take more well-calibrated political risks in the negotiations with Palestinians. I’m not saying that Netanyahu is an obstacle, I’m saying that maybe he is probably too pessimistic.

I know him very well. I met him several times. He no longer believes in the will of peace of the Palestinians. Maybe he’s right, I don’t know…but you sometimes have to make peace with people who do not want it. You may oblige them, you may encourage them, compel them to wish what they don’t necessarily wish. I would dream for Israel a leadership more daring, more optimistic.

Netanyahu belongs to a tradition of Israeli leaders, which I know well, who believe at the end, that whatever they do, it will not change anything, a sort of historical, fundamental pessimism. And the consequence of this pessimism is that you just have to be strong in order to prevail, to avoid being wiped out from the map. The problem is, and this is an old lesson we can get from Pericles:

‘You are never strong enough in order to be sure that you will always be the strongest.’ You are never strong enough to be sure you remain the strongest all the time. Never. It’s impossible. As strong as you are, you must feel the moment where you will not be strong enough and not the strongest.

This is the real, not just political but meta-political mistake of Netanyahu, he believes in strength without apparently imagining that strength is not enough. You are not strong for eternity.”

The latest wars in Gaza did not look very good for Israel and some of the statements made at the time by the Israeli leadership, not to say anything of the Mossad, seemed to betray a certain unease at the top. “I was in Gaza during the last war,” Mr. Lévy said, “and I saw how careful the Israeli army was with the civilian population, how gentle they were with Palestinians, how cautious they were before entering a house.”

“Were you embedded with a military unit?” I asked. “Yes,” he said. “That’s not serious reporting,” I told him.

“I know,” he answered, “but I’ve made enough war reports in my life to know when I’m being duped. The unit with whom I was with was not acting out a play for me. They did not even know who I was, I was just another journalist…I went through Gaza City and saw the importance of the devastation and what I can say is that it was a terrible war but a war with targets.

It was not a war of annihilation. A specific house was targeted and not another, one flat and not the other, one street and the next one was completely intact. They were targeting the rocket launchers. On the other side, Hezbollah and Hamas with their bad weapons had no targets. 

How do you qualify your war without any war targets? In a war, you have the war and the goal of the war. What is the goal of the war of Hamas? What about Hezbollah? The goal of the Israeli War is clear, it is not to annihilate the people of Gaza, it is not to take Gaza again. The goal of the war for Israel was to suppress the rocket launchers. What is the goal of the war of Hamas when the rockets are out, what is it? You know what it is, it’s what they say in their charter- to obtain by killing the liquidation, annihilation of Israel.

This is called in the history of the wars, total war. What is the goal of Hezbollah? PLO in old times had a goal, which was a Palestinian state. Did they want it sincerely or not it was a debate, but it was a goal? It was a normal war. There is a reason why the Goldstone report was later rescinded.”


The newspaper Haaretz wrote extensively about what made Richard Goldstone retract his findings down to his rabbi forbidding him to attend his son’s bar mitzvah. “I have seen the inhuman checkpoints,” I told him, “the sick elderlies having to wait for hours to reach a hospital, the highways for Jews only, the Gaza blockade, the kids on the beaches and the refugee centers bombed, the tall walls cutting through villages and olive tree fields, the illegal, or illegitimate as State calls them, settlements spurting up all over the west bank the millions of refugees cramping dirty camps in Jordan…the discriminations imposed on Arab Israelis to lease land, the ban on Jewish men marrying Muslim women.

Even the State Department says that Israeli Arabs face ‘institutional, legal, and societal discrimination and are ‘underrepresented in most fields of employment or the Orr Commission that says that ‘government handling of the Arab sector has been primarily neglectful and discriminatory’ and since they are not allowed to join the national service they are denied housing and educational benefits… 

it is probably why divestment is so widespread now on American campuses…there is no question that the PLO, Hamas, and Hezbollah are lunatic organizations but what about the asymmetrical warfare, the people who end up being oppressed by both the Israeli army and their own leaders?”

“They voted for them,” the Pangloss of the Middle East said. “They elected Hamas…they have to elect better governments and accept that Israel is here to stay.” Unfortunately, he is right, even if earlier he had told me that he doesn’t believe in divestment because “divestments were legitimate in South Africa where the government was not elected by the population but Israel is a democracy. You can’t divest against a democracy.” It sounds like something Chance from Being There would say but it is, unfortunately, a powerful argument.

“As long as Gaza will be under the rule of one party that now even refuses to go to the ballots, an organization that tolerates, encourages or organizes the bombings of Israel, wars will occur. No rockets, no blockade- this is my line. The day the rockets stop, really, not just for a cease-fire, the day that Hamas recognizes Israel, I would be the first one to ask to stop the blockade. It’s as simple as that.”

No wonder that Mr. Lévy, a son of the Enlightenment, sees Voltaire as the light at the end of the tunnel. “My relationship to powers has always been the same,” he said, “I act as a real citizen, a citizen is somebody who considers that the power is at his service. They are here to serve us. We are users of the powers, they belong to us. We elect them we have the right to use them and when they act bad we have the right and the duty to disdain them.”

“That’s naïve what you just said,” I told him. Naïve but remarkably efficient. In 2011 Mr. Lévy went to Benghazi, camera in tow when Gaddafi was about to squash a growing rebellion with mass killing at a time when Libya was already parceled out to tribes and warlords out of Tripoli’s grip. He sat down the first loudmouth he crossed paths with at the newly established Transitional Counsel, a guy named Mansour Saif al-Nasr, stood close to him to be on the frame on camera and dialed president Nicolas Sarkozy, famous for wearing compensated shoes. A week later this traveling circus was at the Elysée Palace on Mr. Lévy’s own dime and in a month, after Sarkozy had convinced David Cameron and Barack Obama to join forces, French jets were pounding Gaddafi’s troops. Three months later Gaddafi was dead.

Today Libya is the most dangerous place on earth, a failed state, with ISIS free to set up shop in the north. The chaos is such that women and children from all over Africa jump by the hundreds on derelict boats and go drown in the Mediterranean Sea on their way to Eldorado Europe. “You knew that there were people in the Transitional Counsel that were former Gaddafi henchmen like Mustapha Abdeljalil who was his butcher in chief as minister of justice.” I told him, “It didn’t make you pause? Wasn’t the writing on the wall?”



I was against the war in Iraq because no Iraqi asked Bush for help, to come in and topple Saddam. In Libya, a vast part of the population was begging for our help. The chaos is a necessary step unfortunately in the birth of democracy.


“That’s not how power works. You don’t go around telling people the truth. People don’t vote for just the truth. If only it were that simple…You would tell them the truth and everything would get figured out. That’s not how people vote. They usually vote for the lies. They vote for economical reasons as Marx said, for very personal reasons as Freud said or because it suits their view of the world as Nietzsche said. I see these leaders I deal with and ask to intervene in some situations, all of them, as cards in my hand.

With power, things happen surgically, by piecemeal, one-time deals as Michel Foucault said. I was against the war in Iraq because no Iraqi asked Bush for help, to come in and topple Saddam. In Libya, a vast part of the population was begging for our help. The chaos is a necessary step unfortunately in the birth of democracy. In the great scheme of things, 40 years is nothing for people to build a democratic constitution. We are not slaves to power, we can vote, we can take it.”

“You are a little bit like Plato going to Sicily to advise Dionysus,” I said to him, “but remember that it didn’t end well. He was thrown in jail and twice expelled from the island.”

“No,” replied Bernard-Henri Lévy. “Because Plato put himself like he mentioned in the Seventh Letter at the service of power. I never did that.”

Many French people think Mr. Sarkozy used Mr. Lévy as a smokescreen and the decision to destroy Mr. Gaddafi’s power as a preemptive strike because the Guide was about to make public the tens of millions of dollars he had given to Mr. Sarkozy’s campaign for the presidency in 2007. 

Others point to the fact that his foreign minister at the time, and probable next French president, Alain Juppe, had already sent emissaries to Benghazi to reach out to the Transitional Council. Meanwhile, as a result of the West’s intervention in Libya, mercenaries and weapons looted from Gaddafi’s military bases poured into the Islamist tribes’ hands in neighboring northern Mali and they all started marching on the capital Bamako in the south.

President Hollande, who defeated Mr. Sarkozy in the meantime, sent troops to Mali to protect the Christian south, and while he was at it to CAR, all of it according to The New York Times to get access to primary resources.

The New York Times was wrong,” Mr. Lévy said. “There is nothing to grab in these countries and if this were the goal we would do what the Chinese are doing… come in slow and steady with a lot of cash and no weapons.” But the Chinese are sitting on half of the world’s currency debt and France is broke as Job. All of a sudden, while there is growing talk of a European military force, France is back all over northern and Sub-Saharan Africa with boots on the ground battling the same foe it tamed during its colonial past: Islam.

Simultaneously, fascist parties are on the rise in every country across Europe and in some places like France and England they arrived first in the recent European elections. Colonial powers never run on liberal fuel. But what is the exact meaning of an expansionistic Europe in the age of verticality and globalization? England, one of the rare European countries growing out of recession, pulled back its troops from Afghanistan and refused to help France pay for its African folly. 

 “Hollande was right to intervene in Mali and CAR,” Mr. Lévy said, “he had to fight terrorism there.” Wasn’t this one of Bush’s rationales to enter Baghdad? Wasn’t another democracy export?

What do you make of the Iranian deal that Obama reached in Lausanne?” I asked him.

“This and healthcare reform will become the defining legacy of his two terms. I just hope he’s right and he trusts his judgment when the time comes to evaluate the mullahs’ commitment to reason,” he said.

“Do you think that a French kid in school can find in a history book a detailed explanation of the general involvement, not just of the state, but of the population in the mass deportation of French and foreign Jews to the death camps and of the Code of the Indigenous imposed in French colonies that made forced labor and conscription the law of the land?” I asked him.

“Yes it’s there,” he lied, “every country went through this, look at what happened here with the native populations and slavery, I wrote a book about this,” he said, “French Ideology, explaining how fascism wasn’t just the prerogative of the few in pre-World War II France, but ingrained in the majority of the state and population. It created a huge scandal and it is probably held against me to this day.” 

But President Sarkozy, with whom Mr. Levy’s goes skiing, gave a speech a few years ago in Dakar, Senegal in which he praised colonization and listed the good that came out of it—bridges, schools, hospitals, roads—before explaining that the African misery was that the African Man didn’t enter into History enough, that the African peasant, living with the seasons didn’t adapt to progress and never thought of escaping repetition and inventing his own destiny.

“Do you think that the US should move the seventh fleet from Bahrain after it violently suppressed, with the help of Saudi Arabia, its population uprising?” I asked him.


“The UN can criticize Israel all they want,” he said, “but they sat silently while genocides were taking place in Sri Lanka, East Timor, Rwanda, Angola, Burundi, Colombia, South Sudan, and in the case of Bosnia they stood by Serbia, in East Timor they withdrew right before Indonesia started its genocide.



“I believe that America should uphold its creed and support democratically elected governments and the oppressed,” he solemnly said, strangely not willing to acknowledge that Washington has been propping up dictators from the Shah to Pinochet, Mubarak, Suharto, Ceaușescu, Marcos all the way to recently with Hernandez under Hillary Clinton at State in Honduras.

He has said in the past that criticizing the U.S. is being anti-Semitic. But the UN, which this week released a probe on last summer Israeli bombing of Gaza finding that Israel bombed UN facilities sheltering only civilians even after their GPS coordinates had been provided to the Israeli forces, are fair game.

“The UN can criticize Israel all they want,” he said, “but they sat silently while genocides were taking place in Sri Lanka, East Timor, Rwanda, Angola, Burundi, Colombia, South Sudan, and in the case of Bosnia they stood by Serbia, in East Timor they withdrew right before Indonesia started its genocide.

The UN did nothing to prevent the genocide in Darfur. In how many cases did the UN fail due to bad analysis and bias? The UN did not move one finger to prevent the Sri Lankan Civil War and let it last 35 years. They made empty resolutions.”

“Would you agree,” I asked him, “that the expansion of territories into the West Bank renders the creation of a Palestinian state a moot point? And that this is actually the goal?”

“No,” he answered, “this is not the first time that a country under attack, as Israel was in the 60s and 70s, defends itself by occupying buffer territories as a plan of defense. Israel never annexed them, Israel always kept them as a way of leverage in order to negotiate its own existence with its neighbors. They would be very easy to annex but it was never done. When Germany after 1870 won the war they annexed parts of France. 

Many people have known the experience of longing for a nation. Israel waited centuries before having a state. I have wished since 1967, and that’s when my first article was published, for a Palestinian state on the West Bank. But so many countries waited centuries for a nation and the desire of sovereignty did not decrease.”

“What do you make of Mahmoud Abbas’ move to obtain UN and parliamentary recognition all over the world for the state of Palestine? It was implied that Israeli leaders could then be indicted at the ICC.”




“I thought it was a nonevent,” he answered, “because the recognition of a Palestinian state has been a fact since 1948. The fact that European parliaments, like the French one, were asked to vote on the recognition of the Palestinian state, this was the event. I was against that because there were two solutions: Either it was useless because it was just the repetition of 1948, a reminder; or it meant it was something else and in this case, it meant that for the French parliament the underlying idea was that the only obstacle to peace was Israel, which is not true. 

You have two obstacles to peace: Israel and the Palestinians. You have two actors at play here, not one. Palestinians stop rocketing, Israel stops building. Palestinians stop sending human bombs, Israel stops keeping the part of the tax they collect on PLO money. The path to peace is found by pressuring both actors, not just one. This initiative of the French, the Swedish, and others had the underlying meaning of thinking that the Palestinians were 100% right and Israelis were 100% guilty of the blockage of the process. It’s not just unfair, it’s inefficient because you cannot achieve peace this way.”

France, with no legitimacy or credibility regarding Jews and Muslims, is preparing to sponsor peace talks between Israel and the PLO that will require Tel Aviv to vacate the occupied territories in the West Bank. Many believe that President Obama could be a partner in these talks.

“Why not establish a Truth and Reconciliation Commission in France similar to the ones in South Africa and Rwanda?” I asked him. “Putting everything out in the open: neighbors delating their Jewish neighbors to the French police, the slavery in the colonies if you were to stop ten people in the streets of Paris, not one would know that until 1946 slavery was the law of the land in French colonies, not one in ten would know that the SNCF, the national railway still in place today, transported thousands of Jews to the death camps.

But they all know that people are now demonstrating in the streets of Paris yelling death threats to the Jews and that the Muslim population in France is made of sons and daughters of immigrants from the French colonies. Wouldn’t this be the best way to stop the Front National’s seemingly unstoppable rise? To reconcile its large population of children of the colonies which feels ostracized, relegated to a second-class citizenry?”


“It’s a good idea, actually,” he said, “I might have to really think about this.”
“You often mention the truth and universality,” I told him. “Was your work as a philosopher contrasting with postmodernity?”
“Postmodernity doesn’t mean anything, it’s an American invention,” he answered. “You guys are putting together potatoes and cauliflowers.”
“So let’s talk about post-structuralism then,” I said.

“I was closer in my work to the reflection on power by Michel Foucault,” he answered, “I was able to separate Gilles Deleuze from Michel Foucault and I was closer to Jacques Lacan and Louis Althusser than I was to Jacques Derrida. I wrote a book on the truth Les Aventures de la vérité in which I explore the murkiness of the truth and my meaning of universality is actually closer to Foucault’s.”

In fact, Gilles Deleuze thought nothing of BHL as he’s known in France and of the New Philosophers that he thought were ‘useless’.

“What about Heidegger?” I said, “Do you see Being and Time as one of the more important books of the 20th century?”

“Yes, of course,” he answered, “and this is one of the incomprehensible tragedies of philosophy that such a book could have been written by a card-carrying member of the Nazi party. I just gave a lecture at a symposium on Heidegger, it’s easily found on YouTube.” (Here it is, in French.)

“Did you call your literary review La Règle du Jeu in honor of the Jean Renoir movie?” I asked.
“Yes,” he replied, “and also in honor of Michel Leiris. We actually just published an interview he gave me just before his death. Do you know him?”

“Yes,” I said, “he was against colonization but he had a past of beating up African porters during his trips there. It’s interesting because you are Marcel Dalio from the Renoir movie, a rich guy bored out of his mind.”

“Come with me to Libya and Darfur. I dare you to come, this is actually a lot of work,” he replied. As an admirer of Ingmar Bergman’s Through a Glass Darkly, I will.

Additional reporting by Emily Lembo.
 http://observer.com/2015/05/why-does-everyone-hate-bernard-henri-levy/


Escritos de Bernard-Henri Lévy en El País.

André Glucksmann. Filosofía francesa novedades.


André Glucksmann: La Philosophie "a mains nues"


André Glucksmann, cinismo y pasión
  • JESÚS FERRERO
Actualizado 10/11/201513:55

 
André Glucksmann vino al mundo el 19 de junio de 1937 en Boulogne-Billancourt, privilegiada comunidad adosada a París, entre el bosque Boulogne y el parque de Saint-Cloud, que ha visto nacer a un considerable número de escritores, pensadores, políticos, actores, actrices y cantantes. Fue además el lugar donde murió Juan Gris.

Los padres de André Glucksmann procedían de Palestina y se enrolaron en la Internacional Comunista hacia 1933. A Glucksmann le tocó pasar la infancia bajo la ocupación alemana, y como Ana Frank fue un niño oculto, si bien tuvo más suerte que Ana y no fue deportado. Su padre murió al iniciarse la guerra y su madre colaboró en la resistencia. Todo lo cual para decir que Glucksmann se crió en un ambiente de lucha ideológica y política que habría de marcarle de por vida. Como su compañero de generación Bernard-Henri Lévy, estudió en la Escuela Normal Superior, una de las instituciones más prestigiosas de Francia y de la que ha surgido buena parte del pensamiento Francés de siglo XX. Sartre y Foucault, por ejemplo, fueron normaliens, y también tenía que haberlo sido Barthes de no haber contraído la tuberculosis.

Perteneció al grupo que a mediados de los años 70 empezó a denominarse el de "los nuevos filósofos", que salieron a la palestra cuando yo era estudiante en París, de modo que puedo decir que asistí a su nacimiento mediático. Los nuevos filósofos representaban una ruptura con la generación anterior, vinculada en mayor o menor grado al estructuralismo, y abogaban por el ensayo de tono existencial más que por la filosofía pura o los estudios históricos, sociológicos y antropológicos propios de los pensadores que les precedían. En ese sentido le devolvían al ensayo la naturaleza subjetiva y fluctuante que le diera Montaigne, creador del género.

Los nuevos filósofos fueron la primera generación de pensadores que entró de lleno en la sociedad del espectáculo y, como los nuevos políticos españoles, se hicieron muy pronto famosos gracias a la televisión.

Tras un primer período de vinculación a marxismo, los nuevos filósofos abjuraron de Marx y de las diferentes formas de comunismo, Glucksmann entre ellos, con un libro que le hizo célebre: La cocinera y el devorador de hombres (1975) donde iguala la barbarie del marxismo y el nazismo. Su primer libro El discurso de la guerra (1967), me resultó decepcionante y muy académico, y no apartaba gran cosa sobre el fenómeno de la guerra y los discursos que la justifican. También me decepcionó Cinismo y pasión.

A mi generación no le escandalizó demasiado la propuesta de los nuevos filósofos. Muchos de nosotros ya habíamos desertado años atrás del marxismo leyendo a los surrealistas, pero bastantes intelectuales todavía vinculados a Marx y a Mao se rasgaron las vestiduras y los acusaron de niños mimados y pequeños burgueses. En cierto modo lo eran, pero eso es otra historia.

Glucksmann era un hombre guapo de aire femenino, que sabía seducir a los medios, además de un filósofo cada vez más antipacifista y más partidario de utilizar la fuerza contra la propagación del terror. A menudo fue muy beligerante con la deriva sangrienta de los nuevos tiempos, a la vez que defendía la guerra cuando la veía justificada. Su último libro es un regreso a la infancia y su título es bastante significativo: Une rage denfant (La rabia de un niño).

Como pensador siguió un camino bastante paralelo al de Bernard-Henri Lévy ya desde el principio, y en el año 2007 defendió a Sarkozy, asegurando, no sin ironía, que era el candidato "más a la izquierda" de ese momento. Fue un maestro de la indignación, aunque también de la ambigüedad ideológica. Era combativo en muchos momentos, y a al mismo tiempo tenía una gran habilidad para nadar y guardar la ropa.



Termina así una vida consagrada a la reflexión sobre la moral en política y la naturaleza del mal, sobre el trasfondo constante de una actualidad internacional cargada de conflictos, en los que nunca dudó en implicarse. Glucksmann observaba el mundo a la luz de su reconocido pesimismo. Para él, un intelectual debía ser siempre “un profeta del desastre”, un visionario “capaz de vaticinar, en la propia semilla, la flor venenosa”.

Su irrupción en el paisaje intelectual se produjo a mediados de los setenta, cuando despuntó como integrante de los llamados nuevos filósofos, mediático grupo de jóvenes pensadores entre los que figuraban Bernard-Henri Lévy y Christian Jambet. Desilusionados con la aventura marxista y su deriva totalitaria, asaltaron los platós televisivos tomando el relevo de la brillante generación anterior, formada por Sartre, Aron o Foucault, de quienes Glucksmann fue discípulo. Como otros miembros de ese grupo de treintañeros, Glucksmann había militado en la Gauche Proletarienne, un grupo revolucionario de perfil maoísta que se autodisolvió en 1973. Solo permaneció un año en sus filas, pero lo consideró siempre “el mayor arrepentimiento” de su vida adulta. El filósofo rompió oficialmente con el marxismo al publicar el ensayo La cocinera y el devorador de hombres (1975), donde establecía un polémico paralelismo entre nazismo y comunismo.

Sus orígenes familiares marcaron ese infatigable compromiso político. Glucksmann fue hijo de judíos austriacos, militantes sionistas de izquierdas. Su padre, un agente de la Komintern que había participado en la fundación del Partido Comunista palestino, condujo a la familia a París al principio de los años treinta, justo cuando los judíos empezaban a abandonar Europa. Se negó a llevar la estrella amarilla y murió al principio de la guerra. Cuando Glucksmann tenía 4 años, la familia logró escapar de un vagón de tren que debía conducirles a un campo de concentración. Su madre se puso a gritar a los demás detenidos lo que les esperaba, hasta que los agentes la apartaron y sacaron a la familia del vagón. “Ese día aprendí la primera lección de mi existencia: que la insolencia y la verdad sirven para algo”, reconoció después. Pasó el resto de la guerra en la clandestinidad, haciendo de monaguillo en una escuela de monjas, mientras su madre se implicaba en la Resistencia. El resto de su vida puede entenderse como una reflexión perpetua sobre lo que logró esquivar aquel día: el genocidio y la limpieza étnica que se reproducían en distintos puntos del planeta. “Es más fácil ponerse de acuerdo sobre lo que es el infierno que el paraíso”, dijo una vez.

La rotunda defensa de los derechos humanos guio buena parte de su trayectoria, durante la que se opuso sin cesar a las consecuencias del colonialismo y se erigió en portavoz de refugiados y apátridas. A finales de los setenta, defendió a los boat people, emigrantes llegados de Vietnam; sobrevive la mítica imagen en la que se llevó a Sartre y Aron al Elíseo para exigir al entonces presidente, Valéry Giscard d’Estaing, para que hiciera algo. Más tarde defendería también a chechenos y ucranios. Contrario a la fe beata en el pacifismo, Glucksmann adoptó con el tiempo un perfil intervencionista, atlantista y proestadounidense, que le incitó a apoyar las intervenciones en Irak tanto en 1991 como en 2003. Apoyó también la operación militar en Serbia en 1999, igual que la que tuvo lugar en Libia en 2011, y se mostró favorable a intervenir en Siria.

Glucksmann protagonizó otra transgresión mayúscula al apoyar la candidatura presidencial de Nicolas Sarkozy en 2007, considerándolo “el candidato más izquierdista”. El filósofo se encontraba en el estadio de Bercy cuando Sarkozy anunció que pensaba “liquidar la herencia del Mayo del 68”, del que Glucksmann fue una figura central. Pero ni siquiera entonces se desmontó. “En realidad, me hizo reír”, recordaba meses después en el comedor de su domicilio en el Faubourg Poissonnière, uno de esos antiguos arrabales parisinos que concentran hoy a la juventud bohemia. Ya había dado suficientes indicios de equidistancia ideológica como para no sorprenderse por su gesto. Ya en 1981, mientras François Mitterrand despertaba pasiones, Glucksmann había preferido a una pequeña candidata, Marie-France Garaud, influyente consejera de Jacques Chirac y depositaria del voto paragaullista. En 2005, Glucksmann participó incluso en un ciclo organizado por la Fundación FAES, durante el que José María Aznar se apoyó en sus textos para justificar su combate antiterrorista.

Evitando el debate partidista, la clase política francesa ha privilegiado hoy su combate por los derechos humanos al saludar su memoria. “Penetrado por la tragedia de la historia tanto como por su deber de intelectual, no se resignó a la fatalidad de guerras y masacres. Siempre estuvo en alerta y a la escucha del sufrimiento de los pueblos”, ha expresado el Elíseo en un comunicado. “La indignación, la suerte de los pueblos, el rigor del intelectual: André Glucksmann guiaba las conciencias. Su voz será echada de menos”, ha añadido, por su parte, el primer ministro francés, Manuel Valls.



Entre sus obras destacan Una rabieta infantil (Taurus), su libro autobiográfico, sobre su familia y la trayectoria de un pensador heterodoxo, Occidente contra Occidente (Taurus), en el que defendió tesis similares a las de los halcones de Washington para justificar la invasión de Irak, Los dos caminos de la filosofía, Sócrates y Heidegger: ideas para un tiempo trágico (Tusquets) y El discurso del odio (Taurus).

Glucksmann escribió entre 1983 y 2012 artículos que han abordado personalidades y asuntos como Gorbachov, la guerra de Irak, el antisemitismo en Francia, la política de su país o la Rusia de Putin.

La aventura de la filosofía francesa
02-09-2013 | Alain Badiou



Presentamos la primera novedad de septiembre de Eterna Cadencia Editora: La aventura de la filosofía francesa. A partir de 1960, de Alain Badiou, con traducción de Irene Agoff.

La aventura de la filosofía francesa a partir de 1960, de Alain Badiou
277 págs. | ISBN 978-987-1673-88-9 | 14 x 22 cm.

En este libro Alain Badiou propone una serie de trabajos sobre filósofos franceses contemporáneos, es decir, aquellos que publicaron la parte esencial de su obra en el período que abarca la segunda mitad del siglo XX y algunos años del actual.

Badiou sostiene que, a pesar de las apariencias, la filosofía francesa de este período tiene cierta unidad: la herencia de Descartes y la batalla en torno a la noción de sujeto desarrollada por él; la incursión en la filosofía alemana en busca de una nueva relación entre concepto y existencia -que adoptó variados nombres: deconstrucción, existencialismo, hermenéutica-; la cuestión de la forma de la filosofía misma y su singular relación con la literatura; la profunda y severa discusión con el psicoanálisis.

Un recorrido por los programas de Sartre, Deleuze, Canguilhem, Ricoeur, Althusser, Lyotard, Nancy, Cassin, Rancière: autores y obras que para él constituyen la “filosofía francesa contemporánea”.

Alain Badiou nació en Rabat, Marruecos, en 1937. Filósofo, dramaturgo, escritor y novelista, fue profesor de filosofía en la Universidad de París VII entre 1969 y 1999. Ha abordado la filosofía y la política, la historia, el marxismo y la vida contemporánea, pero siempre con la mirada puesta en el presente. Es autor de una extensa obra filosófica. Entre sus libros más destacados se encuentran Teoría del Sujeto (1982), El ser y el acontecimiento (1988), Manifiesto por la filosofía (1989), La ética (1993), Pequeño manual de inestética (1998), Circunstancias (2004).

Foucault – Novedades sobre la difusión de su obra
Publicado: 31-oct-15 | Autor: The Editor |



El año 2015 se presenta como excelente en lo que hace al estudio y difusión de la obra de Michel Foucault. Por un lado se acaba de publicar el último de los cursos dictados por Michel Foucault en el Collège de France. Este hito esta siendo celebrado en estas semanas con un importante coloquio organizado por la Facultad de Derecho de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde mes a mes se van a discutir uno a uno los cursos publicados, con la asistencia de asociados de Foucault (Daniel Defert, François Ewald), de sus contemporáneos (Pierre Rosanvaillon, Etienne Balibar), estudiosos de su obra, admiradores y críticos. Este coloquio esta organizado por Bernard Harcourt, editor de algunos de los cursos recientemente publicados y de las conferencias de Bruselas sobre la confesión, y por Jesus R. Velasco, ambos profesores de la institución organizadora. Las sesiones (en idioma inglés) se transmiten por internet y se pueden ver en el sitio:

link

http://web.law.columbia.edu/foucault1313.



Allí también se pueden encontrar materiales adicionales, la presentación de los conferencistas, y los tweets de los participantes y espectadores.

Otro congreso de interés sobre la obra de Foucault se realizará próximamente en la Universidad Federal de Curitiba, Brasil, con el título “COLOQUIO INTERNACIONAL MICHEL FOUCAULT, 40 ANOS DE VIGIAR E PUNIR:A VISIBILIDADE E UMA ARMADILHA” (11-13 de Noviembre 2015) conmemorando del 40 aniversario de la publicaciónn de Vigilar y Castigar. (Para mas datos, consultar aquí­).



Y en el rubro editorial, entre otros muchos, se pueden mencionar la publicación de una selección de la obra de Foucault en la prestigiosa colección “La Pléyade”, que si bien no agrega a las obras conocidas, tiene un valor simbólico indudable. Por último, señalamos la publicación próxima de un conjunto de materiales relacionados con los primeros estudios de psicopatología de Foucault, bajo el título Michel Foucault à Mänsterlingen, a l’origine de l’Histoire de la Folie, editados por Jean-François Bert y Elisabetta Basso, con fotografías de Jacqueline Verdeaux. Se puede encontrar mas información sobre esta publicación en la pagina web:

link

http://editions.ehess.fr/ouvrages/ouvrage/foucault-a-muensterlingen/