André Glucksmann: La Philosophie "a mains nues"
André
Glucksmann, cinismo y pasión
- JESÚS FERRERO
Actualizado 10/11/201513:55
André Glucksmann vino al mundo el 19 de junio de 1937 en Boulogne-Billancourt, privilegiada comunidad adosada a París, entre el bosque Boulogne y el parque de Saint-Cloud, que ha visto nacer a un considerable número de escritores, pensadores, políticos, actores, actrices y cantantes. Fue además el lugar donde murió Juan Gris.
Los padres de André Glucksmann procedían de Palestina y se enrolaron en la Internacional Comunista hacia 1933. A Glucksmann le tocó pasar la infancia bajo la ocupación alemana, y como Ana Frank fue un niño oculto, si bien tuvo más suerte que Ana y no fue deportado. Su padre murió al iniciarse la guerra y su madre colaboró en la resistencia. Todo lo cual para decir que Glucksmann se crió en un ambiente de lucha ideológica y política que habría de marcarle de por vida. Como su compañero de generación Bernard-Henri Lévy, estudió en la Escuela Normal Superior, una de las instituciones más prestigiosas de Francia y de la que ha surgido buena parte del pensamiento Francés de siglo XX. Sartre y Foucault, por ejemplo, fueron normaliens, y también tenía que haberlo sido Barthes de no haber contraído la tuberculosis.
Perteneció al grupo que a mediados de los años 70 empezó a denominarse el de "los nuevos filósofos", que salieron a la palestra cuando yo era estudiante en París, de modo que puedo decir que asistí a su nacimiento mediático. Los nuevos filósofos representaban una ruptura con la generación anterior, vinculada en mayor o menor grado al estructuralismo, y abogaban por el ensayo de tono existencial más que por la filosofía pura o los estudios históricos, sociológicos y antropológicos propios de los pensadores que les precedían. En ese sentido le devolvían al ensayo la naturaleza subjetiva y fluctuante que le diera Montaigne, creador del género.
Los nuevos filósofos fueron la primera generación de pensadores que entró de lleno en la sociedad del espectáculo y, como los nuevos políticos españoles, se hicieron muy pronto famosos gracias a la televisión.
Tras un primer período de vinculación a marxismo, los nuevos filósofos abjuraron de Marx y de las diferentes formas de comunismo, Glucksmann entre ellos, con un libro que le hizo célebre: La cocinera y el devorador de hombres (1975) donde iguala la barbarie del marxismo y el nazismo. Su primer libro El discurso de la guerra (1967), me resultó decepcionante y muy académico, y no apartaba gran cosa sobre el fenómeno de la guerra y los discursos que la justifican. También me decepcionó Cinismo y pasión.
A mi generación no le escandalizó demasiado la propuesta de los nuevos filósofos. Muchos de nosotros ya habíamos desertado años atrás del marxismo leyendo a los surrealistas, pero bastantes intelectuales todavía vinculados a Marx y a Mao se rasgaron las vestiduras y los acusaron de niños mimados y pequeños burgueses. En cierto modo lo eran, pero eso es otra historia.
Glucksmann era un hombre guapo de aire femenino, que sabía seducir a los medios, además de un filósofo cada vez más antipacifista y más partidario de utilizar la fuerza contra la propagación del terror. A menudo fue muy beligerante con la deriva sangrienta de los nuevos tiempos, a la vez que defendía la guerra cuando la veía justificada. Su último libro es un regreso a la infancia y su título es bastante significativo: Une rage denfant (La rabia de un niño).
Como pensador siguió un camino bastante paralelo al de Bernard-Henri Lévy ya desde el principio, y en el año 2007 defendió a Sarkozy, asegurando, no sin ironía, que era el candidato "más a la izquierda" de ese momento. Fue un maestro de la indignación, aunque también de la ambigüedad ideológica. Era combativo en muchos momentos, y a al mismo tiempo tenía una gran habilidad para nadar y guardar la ropa.
Termina así una vida consagrada a la reflexión sobre la moral en política y la naturaleza del mal, sobre el trasfondo constante de una actualidad internacional cargada de conflictos, en los que nunca dudó en implicarse. Glucksmann observaba el mundo a la luz de su reconocido pesimismo. Para él, un intelectual debía ser siempre “un profeta del desastre”, un visionario “capaz de vaticinar, en la propia semilla, la flor venenosa”.
Su irrupción en el paisaje intelectual se produjo a mediados de los setenta, cuando despuntó como integrante de los llamados nuevos filósofos, mediático grupo de jóvenes pensadores entre los que figuraban Bernard-Henri Lévy y Christian Jambet. Desilusionados con la aventura marxista y su deriva totalitaria, asaltaron los platós televisivos tomando el relevo de la brillante generación anterior, formada por Sartre, Aron o Foucault, de quienes Glucksmann fue discípulo. Como otros miembros de ese grupo de treintañeros, Glucksmann había militado en la Gauche Proletarienne, un grupo revolucionario de perfil maoísta que se autodisolvió en 1973. Solo permaneció un año en sus filas, pero lo consideró siempre “el mayor arrepentimiento” de su vida adulta. El filósofo rompió oficialmente con el marxismo al publicar el ensayo La cocinera y el devorador de hombres (1975), donde establecía un polémico paralelismo entre nazismo y comunismo.
Sus orígenes familiares marcaron ese infatigable compromiso político. Glucksmann fue hijo de judíos austriacos, militantes sionistas de izquierdas. Su padre, un agente de la Komintern que había participado en la fundación del Partido Comunista palestino, condujo a la familia a París al principio de los años treinta, justo cuando los judíos empezaban a abandonar Europa. Se negó a llevar la estrella amarilla y murió al principio de la guerra. Cuando Glucksmann tenía 4 años, la familia logró escapar de un vagón de tren que debía conducirles a un campo de concentración. Su madre se puso a gritar a los demás detenidos lo que les esperaba, hasta que los agentes la apartaron y sacaron a la familia del vagón. “Ese día aprendí la primera lección de mi existencia: que la insolencia y la verdad sirven para algo”, reconoció después. Pasó el resto de la guerra en la clandestinidad, haciendo de monaguillo en una escuela de monjas, mientras su madre se implicaba en la Resistencia. El resto de su vida puede entenderse como una reflexión perpetua sobre lo que logró esquivar aquel día: el genocidio y la limpieza étnica que se reproducían en distintos puntos del planeta. “Es más fácil ponerse de acuerdo sobre lo que es el infierno que el paraíso”, dijo una vez.
La rotunda defensa de los derechos humanos guio buena parte de su trayectoria, durante la que se opuso sin cesar a las consecuencias del colonialismo y se erigió en portavoz de refugiados y apátridas. A finales de los setenta, defendió a los boat people, emigrantes llegados de Vietnam; sobrevive la mítica imagen en la que se llevó a Sartre y Aron al Elíseo para exigir al entonces presidente, Valéry Giscard d’Estaing, para que hiciera algo. Más tarde defendería también a chechenos y ucranios. Contrario a la fe beata en el pacifismo, Glucksmann adoptó con el tiempo un perfil intervencionista, atlantista y proestadounidense, que le incitó a apoyar las intervenciones en Irak tanto en 1991 como en 2003. Apoyó también la operación militar en Serbia en 1999, igual que la que tuvo lugar en Libia en 2011, y se mostró favorable a intervenir en Siria.
Glucksmann protagonizó otra transgresión mayúscula al apoyar la candidatura presidencial de Nicolas Sarkozy en 2007, considerándolo “el candidato más izquierdista”. El filósofo se encontraba en el estadio de Bercy cuando Sarkozy anunció que pensaba “liquidar la herencia del Mayo del 68”, del que Glucksmann fue una figura central. Pero ni siquiera entonces se desmontó. “En realidad, me hizo reír”, recordaba meses después en el comedor de su domicilio en el Faubourg Poissonnière, uno de esos antiguos arrabales parisinos que concentran hoy a la juventud bohemia. Ya había dado suficientes indicios de equidistancia ideológica como para no sorprenderse por su gesto. Ya en 1981, mientras François Mitterrand despertaba pasiones, Glucksmann había preferido a una pequeña candidata, Marie-France Garaud, influyente consejera de Jacques Chirac y depositaria del voto paragaullista. En 2005, Glucksmann participó incluso en un ciclo organizado por la Fundación FAES, durante el que José María Aznar se apoyó en sus textos para justificar su combate antiterrorista.
Evitando el debate partidista, la clase política francesa ha privilegiado hoy su combate por los derechos humanos al saludar su memoria. “Penetrado por la tragedia de la historia tanto como por su deber de intelectual, no se resignó a la fatalidad de guerras y masacres. Siempre estuvo en alerta y a la escucha del sufrimiento de los pueblos”, ha expresado el Elíseo en un comunicado. “La indignación, la suerte de los pueblos, el rigor del intelectual: André Glucksmann guiaba las conciencias. Su voz será echada de menos”, ha añadido, por su parte, el primer ministro francés, Manuel Valls.
Entre sus obras destacan Una rabieta infantil (Taurus), su libro autobiográfico, sobre su familia y la trayectoria de un pensador heterodoxo, Occidente contra Occidente (Taurus), en el que defendió tesis similares a las de los halcones de Washington para justificar la invasión de Irak, Los dos caminos de la filosofía, Sócrates y Heidegger: ideas para un tiempo trágico (Tusquets) y El discurso del odio (Taurus).
Glucksmann escribió entre 1983 y 2012 artículos que han abordado personalidades y asuntos como Gorbachov, la guerra de Irak, el antisemitismo en Francia, la política de su país o la Rusia de Putin.
La aventura de la filosofía francesa
02-09-2013 | Alain Badiou
Presentamos la primera novedad de septiembre de Eterna Cadencia Editora: La aventura de la filosofía francesa. A partir de 1960, de Alain Badiou, con traducción de Irene Agoff.
La aventura de la filosofía francesa a partir de 1960, de Alain Badiou
277 págs. | ISBN 978-987-1673-88-9 | 14 x 22 cm.
En este libro Alain Badiou propone una serie de trabajos sobre filósofos franceses contemporáneos, es decir, aquellos que publicaron la parte esencial de su obra en el período que abarca la segunda mitad del siglo XX y algunos años del actual.
Badiou sostiene que, a pesar de las apariencias, la filosofía francesa de este período tiene cierta unidad: la herencia de Descartes y la batalla en torno a la noción de sujeto desarrollada por él; la incursión en la filosofía alemana en busca de una nueva relación entre concepto y existencia -que adoptó variados nombres: deconstrucción, existencialismo, hermenéutica-; la cuestión de la forma de la filosofía misma y su singular relación con la literatura; la profunda y severa discusión con el psicoanálisis.
Un recorrido por los programas de Sartre, Deleuze, Canguilhem, Ricoeur, Althusser, Lyotard, Nancy, Cassin, Rancière: autores y obras que para él constituyen la “filosofía francesa contemporánea”.
Alain Badiou nació en Rabat, Marruecos, en 1937. Filósofo, dramaturgo, escritor y novelista, fue profesor de filosofía en la Universidad de París VII entre 1969 y 1999. Ha abordado la filosofía y la política, la historia, el marxismo y la vida contemporánea, pero siempre con la mirada puesta en el presente. Es autor de una extensa obra filosófica. Entre sus libros más destacados se encuentran Teoría del Sujeto (1982), El ser y el acontecimiento (1988), Manifiesto por la filosofía (1989), La ética (1993), Pequeño manual de inestética (1998), Circunstancias (2004).
Foucault – Novedades sobre la difusión de su obra
Publicado: 31-oct-15 | Autor: The Editor |
El año 2015 se presenta como excelente en lo que hace al estudio y difusión de la obra de Michel Foucault. Por un lado se acaba de publicar el último de los cursos dictados por Michel Foucault en el Collège de France. Este hito esta siendo celebrado en estas semanas con un importante coloquio organizado por la Facultad de Derecho de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde mes a mes se van a discutir uno a uno los cursos publicados, con la asistencia de asociados de Foucault (Daniel Defert, François Ewald), de sus contemporáneos (Pierre Rosanvaillon, Etienne Balibar), estudiosos de su obra, admiradores y críticos. Este coloquio esta organizado por Bernard Harcourt, editor de algunos de los cursos recientemente publicados y de las conferencias de Bruselas sobre la confesión, y por Jesus R. Velasco, ambos profesores de la institución organizadora. Las sesiones (en idioma inglés) se transmiten por internet y se pueden ver en el sitio:
link
http://web.law.columbia.edu/foucault1313.
Allí también se pueden encontrar materiales adicionales, la presentación de los conferencistas, y los tweets de los participantes y espectadores.
Otro congreso de interés sobre la obra de Foucault se realizará próximamente en la Universidad Federal de Curitiba, Brasil, con el título “COLOQUIO INTERNACIONAL MICHEL FOUCAULT, 40 ANOS DE VIGIAR E PUNIR:A VISIBILIDADE E UMA ARMADILHA” (11-13 de Noviembre 2015) conmemorando del 40 aniversario de la publicaciónn de Vigilar y Castigar. (Para mas datos, consultar aquí).
Y en el rubro editorial, entre otros muchos, se pueden mencionar la publicación de una selección de la obra de Foucault en la prestigiosa colección “La Pléyade”, que si bien no agrega a las obras conocidas, tiene un valor simbólico indudable. Por último, señalamos la publicación próxima de un conjunto de materiales relacionados con los primeros estudios de psicopatología de Foucault, bajo el título Michel Foucault à Mänsterlingen, a l’origine de l’Histoire de la Folie, editados por Jean-François Bert y Elisabetta Basso, con fotografías de Jacqueline Verdeaux. Se puede encontrar mas información sobre esta publicación en la pagina web:
link
http://editions.ehess.fr/ouvrages/ouvrage/foucault-a-muensterlingen/
Los padres de André Glucksmann procedían de Palestina y se enrolaron en la Internacional Comunista hacia 1933. A Glucksmann le tocó pasar la infancia bajo la ocupación alemana, y como Ana Frank fue un niño oculto, si bien tuvo más suerte que Ana y no fue deportado. Su padre murió al iniciarse la guerra y su madre colaboró en la resistencia. Todo lo cual para decir que Glucksmann se crió en un ambiente de lucha ideológica y política que habría de marcarle de por vida. Como su compañero de generación Bernard-Henri Lévy, estudió en la Escuela Normal Superior, una de las instituciones más prestigiosas de Francia y de la que ha surgido buena parte del pensamiento Francés de siglo XX. Sartre y Foucault, por ejemplo, fueron normaliens, y también tenía que haberlo sido Barthes de no haber contraído la tuberculosis.
Perteneció al grupo que a mediados de los años 70 empezó a denominarse el de "los nuevos filósofos", que salieron a la palestra cuando yo era estudiante en París, de modo que puedo decir que asistí a su nacimiento mediático. Los nuevos filósofos representaban una ruptura con la generación anterior, vinculada en mayor o menor grado al estructuralismo, y abogaban por el ensayo de tono existencial más que por la filosofía pura o los estudios históricos, sociológicos y antropológicos propios de los pensadores que les precedían. En ese sentido le devolvían al ensayo la naturaleza subjetiva y fluctuante que le diera Montaigne, creador del género.
Los nuevos filósofos fueron la primera generación de pensadores que entró de lleno en la sociedad del espectáculo y, como los nuevos políticos españoles, se hicieron muy pronto famosos gracias a la televisión.
Tras un primer período de vinculación a marxismo, los nuevos filósofos abjuraron de Marx y de las diferentes formas de comunismo, Glucksmann entre ellos, con un libro que le hizo célebre: La cocinera y el devorador de hombres (1975) donde iguala la barbarie del marxismo y el nazismo. Su primer libro El discurso de la guerra (1967), me resultó decepcionante y muy académico, y no apartaba gran cosa sobre el fenómeno de la guerra y los discursos que la justifican. También me decepcionó Cinismo y pasión.
A mi generación no le escandalizó demasiado la propuesta de los nuevos filósofos. Muchos de nosotros ya habíamos desertado años atrás del marxismo leyendo a los surrealistas, pero bastantes intelectuales todavía vinculados a Marx y a Mao se rasgaron las vestiduras y los acusaron de niños mimados y pequeños burgueses. En cierto modo lo eran, pero eso es otra historia.
Glucksmann era un hombre guapo de aire femenino, que sabía seducir a los medios, además de un filósofo cada vez más antipacifista y más partidario de utilizar la fuerza contra la propagación del terror. A menudo fue muy beligerante con la deriva sangrienta de los nuevos tiempos, a la vez que defendía la guerra cuando la veía justificada. Su último libro es un regreso a la infancia y su título es bastante significativo: Une rage denfant (La rabia de un niño).
Como pensador siguió un camino bastante paralelo al de Bernard-Henri Lévy ya desde el principio, y en el año 2007 defendió a Sarkozy, asegurando, no sin ironía, que era el candidato "más a la izquierda" de ese momento. Fue un maestro de la indignación, aunque también de la ambigüedad ideológica. Era combativo en muchos momentos, y a al mismo tiempo tenía una gran habilidad para nadar y guardar la ropa.
Termina así una vida consagrada a la reflexión sobre la moral en política y la naturaleza del mal, sobre el trasfondo constante de una actualidad internacional cargada de conflictos, en los que nunca dudó en implicarse. Glucksmann observaba el mundo a la luz de su reconocido pesimismo. Para él, un intelectual debía ser siempre “un profeta del desastre”, un visionario “capaz de vaticinar, en la propia semilla, la flor venenosa”.
Su irrupción en el paisaje intelectual se produjo a mediados de los setenta, cuando despuntó como integrante de los llamados nuevos filósofos, mediático grupo de jóvenes pensadores entre los que figuraban Bernard-Henri Lévy y Christian Jambet. Desilusionados con la aventura marxista y su deriva totalitaria, asaltaron los platós televisivos tomando el relevo de la brillante generación anterior, formada por Sartre, Aron o Foucault, de quienes Glucksmann fue discípulo. Como otros miembros de ese grupo de treintañeros, Glucksmann había militado en la Gauche Proletarienne, un grupo revolucionario de perfil maoísta que se autodisolvió en 1973. Solo permaneció un año en sus filas, pero lo consideró siempre “el mayor arrepentimiento” de su vida adulta. El filósofo rompió oficialmente con el marxismo al publicar el ensayo La cocinera y el devorador de hombres (1975), donde establecía un polémico paralelismo entre nazismo y comunismo.
Sus orígenes familiares marcaron ese infatigable compromiso político. Glucksmann fue hijo de judíos austriacos, militantes sionistas de izquierdas. Su padre, un agente de la Komintern que había participado en la fundación del Partido Comunista palestino, condujo a la familia a París al principio de los años treinta, justo cuando los judíos empezaban a abandonar Europa. Se negó a llevar la estrella amarilla y murió al principio de la guerra. Cuando Glucksmann tenía 4 años, la familia logró escapar de un vagón de tren que debía conducirles a un campo de concentración. Su madre se puso a gritar a los demás detenidos lo que les esperaba, hasta que los agentes la apartaron y sacaron a la familia del vagón. “Ese día aprendí la primera lección de mi existencia: que la insolencia y la verdad sirven para algo”, reconoció después. Pasó el resto de la guerra en la clandestinidad, haciendo de monaguillo en una escuela de monjas, mientras su madre se implicaba en la Resistencia. El resto de su vida puede entenderse como una reflexión perpetua sobre lo que logró esquivar aquel día: el genocidio y la limpieza étnica que se reproducían en distintos puntos del planeta. “Es más fácil ponerse de acuerdo sobre lo que es el infierno que el paraíso”, dijo una vez.
La rotunda defensa de los derechos humanos guio buena parte de su trayectoria, durante la que se opuso sin cesar a las consecuencias del colonialismo y se erigió en portavoz de refugiados y apátridas. A finales de los setenta, defendió a los boat people, emigrantes llegados de Vietnam; sobrevive la mítica imagen en la que se llevó a Sartre y Aron al Elíseo para exigir al entonces presidente, Valéry Giscard d’Estaing, para que hiciera algo. Más tarde defendería también a chechenos y ucranios. Contrario a la fe beata en el pacifismo, Glucksmann adoptó con el tiempo un perfil intervencionista, atlantista y proestadounidense, que le incitó a apoyar las intervenciones en Irak tanto en 1991 como en 2003. Apoyó también la operación militar en Serbia en 1999, igual que la que tuvo lugar en Libia en 2011, y se mostró favorable a intervenir en Siria.
Glucksmann protagonizó otra transgresión mayúscula al apoyar la candidatura presidencial de Nicolas Sarkozy en 2007, considerándolo “el candidato más izquierdista”. El filósofo se encontraba en el estadio de Bercy cuando Sarkozy anunció que pensaba “liquidar la herencia del Mayo del 68”, del que Glucksmann fue una figura central. Pero ni siquiera entonces se desmontó. “En realidad, me hizo reír”, recordaba meses después en el comedor de su domicilio en el Faubourg Poissonnière, uno de esos antiguos arrabales parisinos que concentran hoy a la juventud bohemia. Ya había dado suficientes indicios de equidistancia ideológica como para no sorprenderse por su gesto. Ya en 1981, mientras François Mitterrand despertaba pasiones, Glucksmann había preferido a una pequeña candidata, Marie-France Garaud, influyente consejera de Jacques Chirac y depositaria del voto paragaullista. En 2005, Glucksmann participó incluso en un ciclo organizado por la Fundación FAES, durante el que José María Aznar se apoyó en sus textos para justificar su combate antiterrorista.
Evitando el debate partidista, la clase política francesa ha privilegiado hoy su combate por los derechos humanos al saludar su memoria. “Penetrado por la tragedia de la historia tanto como por su deber de intelectual, no se resignó a la fatalidad de guerras y masacres. Siempre estuvo en alerta y a la escucha del sufrimiento de los pueblos”, ha expresado el Elíseo en un comunicado. “La indignación, la suerte de los pueblos, el rigor del intelectual: André Glucksmann guiaba las conciencias. Su voz será echada de menos”, ha añadido, por su parte, el primer ministro francés, Manuel Valls.
Entre sus obras destacan Una rabieta infantil (Taurus), su libro autobiográfico, sobre su familia y la trayectoria de un pensador heterodoxo, Occidente contra Occidente (Taurus), en el que defendió tesis similares a las de los halcones de Washington para justificar la invasión de Irak, Los dos caminos de la filosofía, Sócrates y Heidegger: ideas para un tiempo trágico (Tusquets) y El discurso del odio (Taurus).
Glucksmann escribió entre 1983 y 2012 artículos que han abordado personalidades y asuntos como Gorbachov, la guerra de Irak, el antisemitismo en Francia, la política de su país o la Rusia de Putin.
La aventura de la filosofía francesa
02-09-2013 | Alain Badiou
Presentamos la primera novedad de septiembre de Eterna Cadencia Editora: La aventura de la filosofía francesa. A partir de 1960, de Alain Badiou, con traducción de Irene Agoff.
La aventura de la filosofía francesa a partir de 1960, de Alain Badiou
277 págs. | ISBN 978-987-1673-88-9 | 14 x 22 cm.
En este libro Alain Badiou propone una serie de trabajos sobre filósofos franceses contemporáneos, es decir, aquellos que publicaron la parte esencial de su obra en el período que abarca la segunda mitad del siglo XX y algunos años del actual.
Badiou sostiene que, a pesar de las apariencias, la filosofía francesa de este período tiene cierta unidad: la herencia de Descartes y la batalla en torno a la noción de sujeto desarrollada por él; la incursión en la filosofía alemana en busca de una nueva relación entre concepto y existencia -que adoptó variados nombres: deconstrucción, existencialismo, hermenéutica-; la cuestión de la forma de la filosofía misma y su singular relación con la literatura; la profunda y severa discusión con el psicoanálisis.
Un recorrido por los programas de Sartre, Deleuze, Canguilhem, Ricoeur, Althusser, Lyotard, Nancy, Cassin, Rancière: autores y obras que para él constituyen la “filosofía francesa contemporánea”.
Alain Badiou nació en Rabat, Marruecos, en 1937. Filósofo, dramaturgo, escritor y novelista, fue profesor de filosofía en la Universidad de París VII entre 1969 y 1999. Ha abordado la filosofía y la política, la historia, el marxismo y la vida contemporánea, pero siempre con la mirada puesta en el presente. Es autor de una extensa obra filosófica. Entre sus libros más destacados se encuentran Teoría del Sujeto (1982), El ser y el acontecimiento (1988), Manifiesto por la filosofía (1989), La ética (1993), Pequeño manual de inestética (1998), Circunstancias (2004).
Foucault – Novedades sobre la difusión de su obra
Publicado: 31-oct-15 | Autor: The Editor |
El año 2015 se presenta como excelente en lo que hace al estudio y difusión de la obra de Michel Foucault. Por un lado se acaba de publicar el último de los cursos dictados por Michel Foucault en el Collège de France. Este hito esta siendo celebrado en estas semanas con un importante coloquio organizado por la Facultad de Derecho de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde mes a mes se van a discutir uno a uno los cursos publicados, con la asistencia de asociados de Foucault (Daniel Defert, François Ewald), de sus contemporáneos (Pierre Rosanvaillon, Etienne Balibar), estudiosos de su obra, admiradores y críticos. Este coloquio esta organizado por Bernard Harcourt, editor de algunos de los cursos recientemente publicados y de las conferencias de Bruselas sobre la confesión, y por Jesus R. Velasco, ambos profesores de la institución organizadora. Las sesiones (en idioma inglés) se transmiten por internet y se pueden ver en el sitio:
link
http://web.law.columbia.edu/foucault1313.
Allí también se pueden encontrar materiales adicionales, la presentación de los conferencistas, y los tweets de los participantes y espectadores.
Otro congreso de interés sobre la obra de Foucault se realizará próximamente en la Universidad Federal de Curitiba, Brasil, con el título “COLOQUIO INTERNACIONAL MICHEL FOUCAULT, 40 ANOS DE VIGIAR E PUNIR:A VISIBILIDADE E UMA ARMADILHA” (11-13 de Noviembre 2015) conmemorando del 40 aniversario de la publicaciónn de Vigilar y Castigar. (Para mas datos, consultar aquí).
Y en el rubro editorial, entre otros muchos, se pueden mencionar la publicación de una selección de la obra de Foucault en la prestigiosa colección “La Pléyade”, que si bien no agrega a las obras conocidas, tiene un valor simbólico indudable. Por último, señalamos la publicación próxima de un conjunto de materiales relacionados con los primeros estudios de psicopatología de Foucault, bajo el título Michel Foucault à Mänsterlingen, a l’origine de l’Histoire de la Folie, editados por Jean-François Bert y Elisabetta Basso, con fotografías de Jacqueline Verdeaux. Se puede encontrar mas información sobre esta publicación en la pagina web:
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http://editions.ehess.fr/ouvrages/ouvrage/foucault-a-muensterlingen/
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