jueves, 3 de mayo de 2012

JUAN ESPINOZA MEDRANO "EL LUNAREJO"

Apologético en favor de Luis Góngora
   Juan de Espinosa (o Espinoza), (Calcauso, Perú, aproximadamente 1629 - Cusco, 13 de noviembre de 1688) conocido con el apodo de El Lunarejo, fue un clérigo y literato del Perú.
   Estudioso y esforzada pluma, constituye conjuntamente con Amarilis y Caviedes, una de las personas que después de Garcilaso de la Vega, merecen mencionarse en medio del vasto y medio crisado panorama de nuestra literatura colonial.
    En vida fue ya toda una leyenda. Se dice que cuando el virrey Pedro Antonio Fernández de Castro, X Conde de Lemos, llegó al Cusco, uno de sus primeros actos fue asistir a una misa celebrada por "El Lunarejo". Enraizado en el imaginario popular, todavía en el siglo XIX se relataban entre las viejas familias cusqueñas, como lo recuerda Clorinda Matto de Turner, algunas de las anécdotas que protagonizara. La más conocida nos lo muestra predicando a templo repleto e interrumpiendo su sermón para pedir a la multitud: "Señores, den lugar a esa pobre india que es mi madre".
     Se sostiene que Juan de Espinosa Medrano fue de linaje indígena, pero en realidad, salvo su obra, se ignora casi todo sobre este escritor, uno de los más importantes de la Hispanoamérica colonial.
    Se sabe que el lunarejo nació en Calcauso, en la actual provincia de Antabamba, Apurímac, posiblemente en 1629. También, que gracias a su precoz talento y al apoyo del cura de su pueblo se le abrieron las puertas del Seminario de San Antonio Abad del Cusco y luego las de la Universidad de San Ignacio de la misma ciudad, donde se graduó. Políglota y polifacético, antes de los 18 años ya escribía autos sacramentales, componía música sacra y dominaba el latín, el griego, el hebreo y, por supuesto, el quechua.
Estudia en el seminario San Antonio de Abad, destacando por su dedicación a los estudios. A temprana edad, ya lo tenemos vistiendo los hábitos franciscano, con los que también sobresale por su elocuencia y la calidad de sus sermones.
Se cuenta que, eran tan profundos y solemnes, que se arremolinaban en torno al púlpito, autoridades, intelectuales, y aristócratas. Los más bellos y conceptuosos sermones, se reunieron en un libro denominado “La Novena Maravilla”.
En el ejercicio de esa carrera sacerdotal, tuvo infinidad de anécdotas todas ellas rezumantes de humanismo, ejemplo y valentía. Una de ellas, se refiere a que un domingo, como de costumbre La feligresía colmaba la iglesia para escuchar a tan erudito sacerdote: de repente, empezó a agitarse y a impedir el paso de una india entrada en años y que esforzadamente pugnaba por abrirse camino a efecto de acercarse al pulpito, para escuchar mejor.
Juan Espinosa y Medrano, viendo esto, interrumpió súbitamente su sermón y con voz clara y fuerte exclamo: “Señores, den lugar a esa pobre india, que es mi madre”. Algún tiempo después, dejo de existir en la ciudad del Cusco en 1688.
   Su primera obra tal vez sea "El rapto de Prosepina", drama que la tradición dice que escribió cuando no había cumplido los quince años y que llegó a ser representado en Madrid y Nápoles. También para el teatro compuso "El amar su propia muerte" y el auto sacramental en quechua "El hijo pródigo".
      
   Además, escribió en latín, el tratado de lógica "Curso de filosofía tomística", y treinta de sus sermones, sin duda los más bellos que se han compuesto en el Perú, fueron agrupados póstumamente por sus admiradores y publicados en 1695, bajo el título de "La novena maravilla" [1].

  Pero fue su "Apologético en favor de Luis Góngora", príncipe de los poetas líricos españoles, la obra que le aseguró un lugar en la posteridad. Publicada en 1662, es una apasionada defensa del gran poeta cordobés contra los ataques del portugués Manuel de Faría y Sousa, pero también un ejercicio de estilo y la aplicación, al análisis de los versos gongorinos, de ideas avanzadas para su época y, en algún caso, próximas a las de la estilística del siglo XX, como lo remarca Dámaso Alonso. La calidad de la prosa del "Apologético en favor de Luis Góngora", musical, brillante, ingeniosa, es tal, que don Marcelino Menéndez Pelayo la califica de "perla caída en el muladar de la poética culterana".

A decir de Mariátegui, El Lunarejo sobresalió como gongorista, esto es en una actitud característica de una literatura vieja que, agotado ya el renacimiento, llegó al barroquismo y al culteranismo.
   No obstante sus méritos académicos y literarios, se desempeñó con humildad durante muchos años como párroco de la iglesia de San Cristóbal, donde sus elocuentes sermones convocaban multitudes.

 Durante sus últimos años integró el cabildo diocesano en la catedral del Cusco y dictó cátedra en el Seminario. Murió el 13 de noviembre de 1688, en medio del sentimiento general de un pueblo que lo había acogido como suyo.

Apuntes para una biografía de Juan Espinoza Medrano: Antonio Cisneros

OBRAS DE JUAN ESPINOZA Y MEDRANO:
LIRICAS:
TEATRALES:
· El hijo prodigo.
· El amar su propia muerte.
· El rapto de Proserpina.
OTRAS OBRAS:
· La Novena Maravilla.
· Psique y el amor.
· Eligio a la música
· La muerte
· El pavo.

Bibliografía

  • Atlas departamental del Perú, varios autores, Ediciones Peisa S.A., Lima, Perú, 2003 ISBN 9972-40-257-6
  • El Perú en los tiempos modernos, Julio R. Villanueva Sotomayor, Ediciones e Impresiones Quebecor World Perú S.A., Lima, Perú, 2002.
  • Historia de la República del Perú, Jorge Basadre Grohmann, Diario "El Comercio", Lima, Perú, 2005. ISBN 9972-205-62-2.
  • Nuevo Atlas del Perú y el Mundo, Juan Augusto Benavides Estrada, Editorial Escuela Nueva S.A., Lima, Perú, 1991.





[1] La novena maravilla es uno de los libros más destacados de la literatura barroca escrita en el Perú durante el siglo XVII. Reúne treinta sermones de Juan de Espinosa Medrano
La publicación del Fondo Editorial del Congreso y el Banco de Crédito del Perú constituye la primera edición moderna de esta obra que no había sido reeditada de forma completa desde 1695.
Precede la obra un estudio de Luis Jaime Cisneros, sin duda el mejor conocedor de Espinosa Medrano. Cisneros trabajó la edición con José A. Rodríguez Garrido, especialista en literatura colonial. El prólogo es de Ramón Mujica.

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