jueves, 26 de mayo de 2016

Heidegger: Critica a Ser y Tiempo



Un libro difícil para quien no esta calificado.

Dos polémicos ensayos y una útil guía de lectura tratan Ser y tiempo, la obra magna de Martin Heidegger



El filósofo Martin Heidegger con su esposa, Elfride Petri, en su cabaña de Messenkirch. Rep

Pocas obras magnas de la filosofía son fáciles de leer, recordemos la hegeliana Fenomenología del espíritu o la Ética de Spinoza; aunque ya sabemos que “todo lo excelso es difícil”, lo dijo este último filósofo. Pero hay un libro que, a causa de su influencia en el pensamiento contemporáneo y las pasiones contrarias que despierta su autor, destaca de entre los textos laberínticos y desasosegantes: Ser y tiempo, de Martin Heidegger (1889-1976).

Guía de lectura de ‘Ser y tiempo’ de Martin Heidegger. Jesús Adrián Escudero. 2 volúmenes. Herder. Barcelona, 2016. 390 y 304 páginas 28 y 22 euros

Apareció en 1927, cuando su autor, con 37 años, gozaba de gran fama docente. Sus alumnos, obnubilados por su fuerza filosófica, lo apodaban “el rey secreto del pensamiento” y se creían iniciados en una sabiduría oculta, pues Heidegger ensayaba con ellos la búsqueda de un nuevo lenguaje de pensamiento. Con él estudiaron Hans Jonas, Karl Löwith y la jovencísima Hannah Arendt, de quien Heidegger se prendó a primera vista y consiguió hacerla su amante.

Era la época en que la I Guerra Mundial trastocó los valores del “mundo de ayer”. Trakl y sus poemas trágicos, Rilke con sus ángeles negros, Kafka con sus pesadillas oníricas y Thomas Mann con su Montaña mágica y la seducción de lo enfermizo andaban cercanos al latido de fondo de Ser y tiempo.


Heidegger se preguntaba en su libro por “el ser de los entes”; sostenía que “la filosofía habla del ser sin saber lo que es”. Sólo Parménides y Heráclito estuvieron cerca de la verdad del ser; más tarde, Platón, con sus ideas eternas, desvirtuó y enmascaró ese saber primigenio. En suma, la metafísica olvidó el ser centrándose en el estudio de los entes. La nueva filosofía tiene que buscar el ser, pero ¿dónde? “En el dasein”, según Heidegger. Este término, el más célebre de su jerga, quiere decir ser ahí o estar aquí; se refiere al existente, al ente que está y vive en este mundo y que es el único al que de verdad “le importa su ser”: el hombre. Es a éste a quien hay que interrogar por el ser.

La An-arquía de Heidegger. Peter Trawny. Traducción de Raúl Gabás. Herder. Barcelona, 2016. 94 páginas. 12,50 euros


Ser y tiempo se centró en el análisis fenomenológico de este dasein desde cero: ¿cómo es este recipiente del ser? A grandes rasgos, lo que Heidegger descubrió fue que cada uno de nosotros, cada dasein, habita en este mundo, rodeado de objetos y junto con los otros; hemos sido arrojados a la existencia, estamos desamparados, sin dioses, junto al abismo de la nada y cara a la muerte —de ahí el famoso apotegma: “El hombre es un ser para la muerte”—. Nos atenazan la angustia y el miedo, pero nuestra vida es “cuidado” y podemos encararla desde la “autenticidad” o mantenernos en la “inautenticidad”. Si el hombre o dasein se deja seducir por la masa de los mediocres, será como “todo el mundo”, mas si cobra conciencia de su finitud y vive con gallardía forjando su individualidad, será único y el dueño de su vida.

Son unas levísimas pinceladas, pero hasta dar con ellas en Ser y tiempo hay que pasar por un maratón: el libro es laberíntico. Ortega afirmó con elegancia que “la claridad es la cortesía del filósofo”; Heidegger fue harto descortés en este punto. José Gaos, el primer traductor de Ser y tiempo al castellano —traducción farragosa la suya—, sentenció lo contrario que su maestro: “La claridad es el desprestigio del filósofo”: otra vez Heidegger.

Ser y tiempo se leyó como una antropología, como la descripción en clave expresionista del ser humano enfrentado al absurdo. Cada nuevo lector lo entendió a su manera, sólo Heidegger aseguró que no lo había entendido nadie. El resto de su obra posterior la concibió como un “giro” que se desligaba de Ser y tiempo. La lectura en libertad del libro lo hizo fructificar, tal vez demasiado.



La filosofía de Heidegger. Un nuevo oscurantismo. Heleno Saña. Verbum. Madrid, 2016. 214 páginas. 
24,99 euros

Hoy, con el debate de fondo sobre la militancia nazi de Heidegger y su admiración por Hitler, leer Ser y tiempo es casi una rareza. O se lee sólo para abominar de su autor, como es el caso de Heleno Saña, quien descuartiza las ideas de Heidegger en su último libro; a su entender, Ser y tiempo debe ser leído en clave política porque en él se incuba el germen del antihumanismo y el nazismo del filósofo. Peter Trawny, con una retórica descabellada, ensaya sobre la sentencia heideggeriana:

 “Quien piensa a lo grande yerra también a lo grande”. Sostiene que Heidegger “erró” al abrazar el nazismo y callar sobre el Holocausto; Trawny se enreda en un galimatías en defensa de lo indefendible y concluye con una tesis poco edificante: “Quien intenta habitar en el pensamiento de Heidegger tiene que abandonar las expectativas de responsabilidad y culpa”. Este es justo el tipo de hombre que algunos críticos ven descrito en Ser y tiempo: el yo sin culpa ni responsabilidad para con los otros, libre para actuar y dominar: el macho alfa, el dictador.

De otro tenor es el espléndido trabajo de Adrián Escudero: una guía de lectura, única en castellano, que desde ahora tendrá que acompañar a cuantos quieran saltar con red entre los distintos abismos de Ser y tiempo. Glosas al texto y atinadas precisiones a su terminología acompañan a una interpretación novedosa y pragmática del libro. Escudero lo encuadra dentro de la literatura filosófica del cuidado de sí mismo. Aristóteles, Séneca o Montaigne, maestros en el arte de vivir y del aprecio por la propia persona, asomarían en sus páginas. Benévola visión del libro más difícil del filósofo más oscuro.

Esta crítica es la típica que se hace desde la vereda de la intransigencia y desde una posición  reaccionaria. Además sostiene fabulas sobre el pensamiento de Heidegger. Publico este escrito como registro de la visión interesada de los circulos mas retrogrados españoles. Visión interesada en descalificar el pensamiento de Heidegger para mantener una visión confesional medieval llena de tabues y mítos que se ha venido difundiendo alejada de la verdad.




lunes, 23 de mayo de 2016

EDGAR MORIN. UNE CIVILIZATION VEUT NAÎTRE, AUJOURD´'HUI IL S'AGIT DE CHANGER DE VOIE.



Edgar Morin Une civilisation veut naître, aujourd’hui il s’agit de changer de voie 



Patrick Nussbaum
Penser un monde nouveau par Edgar Morin, Sociologue et philosophe

Nous vivons dans une civilisation où la domination de l’intérêt (personnel et/ou matériel), du calcul (dont les chiffres ignorent le bonheur et le malheur), du quantitatif (PIB, croissance, statistiques, sondages) et de l’économique est devenu hégémonique. Certes, il existe de très nombreuses oasis (1) de vie aimante, familiale, fraternelle, amicale, ludique qui témoignent de la résistance du vouloir bien vivre ; la civilisation de l’intérêt et du calcul ne pourra jamais les résorber. Mais ces oasis sont dispersées et s’ignorent les unes les autres. 
Toutefois, des symptômes d’une civilisation qui voudrait naître, civilisation du bien-vivre, bien qu’encore dispersés, se manifestent de plus en plus.

La voie d’un refoulement d’une économie vouée au profit

Notons, sur le plan économique, l’économie sociale et solidaire, où renaissent l’élan des mutuelles et coopératives, les banques à microcrédit, l’économie participative, l’économie circulaire, le télétravail, l’économie écologisée dans la production d’énergie, la dépollution des villes, l’agro-écologie prônée par Pierre Rabhi et Philippe Desbrosses, qui nous indiquent la voie d’un refoulement progressif d’une économie vouée au seul profit.

Ainsi seraient progressivement refoulées, sur le plan vital de l’alimentation, l’agriculture industrialisée (immenses monocultures qui stérilisent les sols et toute vie animale, porteuses de pesticides et fournisseuses de céréales, légumes, fruits standardisés privés de saveur), l’élevage industrialisé en camps de concentration pour bovins, ovins, volailles nourris de déchets, engraissés artificiellement et surchargés d’antibiotiques. Ce qui serait en même temps la progression d’une agriculture et d’un élevage fermiers ou bio, qui, avec le concours des connaissances scientifiques actuelles, revitaliseraient et repeupleraient les campagnes, et fourniraient aux villes une nutrition saine.

Le développement des circuits courts, notamment pour l’alimentation, via les marchés fermiers, les associations pour le maintien d’une agriculture paysanne (Amap) et Internet, favorisera notre santé en même temps que la régression de l’hégémonie des grandes surfaces, de la conserve non artisanale, du surgelé. Sur le plan social et humain, la nouvelle civilisation tendrait à restaurer des solidarités locales ou instaurer de nouvelles solidarités comme la création de maisons de la solidarité dans les petites villes et les quartiers de grandes villes.

La convivialité et la réforme existentielle

Cette nouvelle civilisation stimulerait la convivialité, besoin humain premier qu’inhibe la vie rationalisée, chronométrée, vouée à l’efficacité. Ivan Ilitch avait annoncé dès 1970 ce besoin d’une nouvelle civilisation et le mouvement convivialiste, animé par Alain Caillé, répand le message en France et au-delà de nos frontières. Il s’agit d’un élément majeur pour une réforme existentielle. 

Nous devons reconquérir un temps à nos rythmes propres et n’obéissant plus que partiellement à la pression chronométrique. Le Slow Food, mouvement de fond lancé par Carlo Petrini pour réduire le fast-food et restaurer les plaisirs gastronomiques, s’accompagne d’une réforme de vie qui alternerait les périodes de vitesse (qui ont des vertus enivrantes) et les périodes de lenteur (qui ont des vertus sérénisantes).

Nous obéirions successivement aux deux injonctions qu’exprime excellemment la langue turque : Ayde (allons, pressons) Yawash (doucement, mollo). La multiplication actuelle des festivités et festivals nous indique clairement nos aspirations à une vie poétisée par la fête et par la communion dans les arts, théâtre, cinéma, danse. Les maisons de la culture trouvent de plus en plus une vie nouvelle.

Nos besoins personnels ne sont pas seulement concrètement liés à notre sphère de vie. Par les informations de presse, radio, télévision, nous tenons, parfois inconsciemment, à participer au monde. Ce qui devrait accéder à la conscience, c’est notre appartenance à l’humanité, aujourd’hui interdépendante et liée dans une communauté de destin planétaire. Le cinéma, qui a cessé d’être un produit d’Occident seul, nous permet de voir des films iraniens, coréens, chinois, philippins, marocains, africains et, dans la participation psychique à ces films, ressentir en nous l’unité et la diversité humaines.

Des réformes pour une réhumanisation

La réforme de la consommation serait capitale dans la nouvelle civilisation. Elle permettrait une sélection éclairée des produits selon leurs vertus réelles et non les vertus imaginaires des publicités (notamment pour la beauté, l’hygiène, la séduction, le standing), qui opérerait la régression des intoxications consuméristes (dont l’intoxication automobile). Le goût, la saveur, l’esthétique guideraient la consommation, laquelle, en se développant, ferait régresser l’agriculture industrialisée, la consommation insipide et malsaine, et par là, la domination du profit capitaliste.

Alors que les producteurs que sont les travailleurs ont perdu leur pouvoir de pression sur la vie de la société, les consommateurs, c’est-à-dire l’ensemble des citoyens, ont acquis un pouvoir qui, faute de reliance collective, leur est invisible, mais qui pourrait, une fois éclairé et éclairant, déterminer une nouvelle orientation non seulement de l’économie (industrie, agriculture, distribution), mais de nos vies de plus en plus conviviales. Par ailleurs, la standardisation industrielle a créé en réaction un besoin d’artisanat.

La résistance aux produits à obsolescence programmée (automobiles, réfrigérateurs, ordinateurs, téléphones portables, bas, chaussettes, etc.) favoriserait un néo-artisanat. Parallèlement, l’encouragement au commerce de proximité réhumaniserait considérablement nos villes. Tout cela provoquerait, du même coup, une régression de cette formidable force techno-économique qui pousse à l’anonymat, à l’absence de relations cordiales avec autrui, souvent dans un même immeuble.

Enfin, une réforme des conditions du travail serait nécessaire au nom même de cette rentabilité qui aujourd’hui produit mécanisation des comportements, voire robotisation, burn-out, chômage, qui donc diminue en fait la rentabilité promue.
En fait, la rentabilité peut être obtenue non par la robotisation des comportements, mais par le plein-emploi de la personnalité et de la responsabilité des salariés. La réforme de l’État peut être obtenue non par réduction ou augmentation des effectifs, mais par débureaucratisation, c’est-à-dire communication entre les compartimentés, initiatives et relations constantes en « feed-back » entre les niveaux de direction et ceux d’exécution.

Une méthode complexe : la compréhension d’autrui

Enfin, la nouvelle civilisation demande une éducation où serait enseignée la connaissance complexe, qui, percevant les aspects multiples, parfois contradictoires d’un même phénomène ou même individu, permet une meilleure compréhension d’autrui et du monde. La compréhension d’autrui serait elle-même enseignée de façon à réduire cette peste psychique qu’est l’incompréhension, présente en une même famille, un même atelier, un même bureau. Y seraient enseignées les difficultés de la connaissance, qui comporte un risque permanent d’erreurs et d’illusions ; y serait enseignée la complexité humaine. Bref, une réforme radicale à tous les niveaux de l’éducation permettrait à celle-ci d’enseigner à vivre autonome, responsable, solidaire et amical.

Comme les pièces dispersées au hasard d’un puzzle, les ferments premiers de la nouvelle civilisation travaillent ici et là, font ici et là lever la pâte nouvelle. Les besoins inconscients d’une autre vie commencent alors à passer à la conscience. Des oasis de convivialité, de vie nouvelle se sont créées ; parfois, c’est une municipalité animée d’un nouvel esprit, comme à Grenoble, qui anime le mouvement. En vérité, la civilisation du bien-vivre aspire à naître, sous des formes différentes, déjà sous ce label en Équateur.

Ce sont des petits printemps qui bourgeonnent et qui risquent la glaciation ou le cataclysme. Avant la guerre, c’était sur le plan des idées qu’une nouvelle civilisation se cherchait sous des noms divers, avec les écrits d’Emmanuel Mounier, Robert Aron, Armand Dandieu, Simone Weil et d’autres, elle cherchait à sortir d’une impuissance qui n’avait pas évité la crise économique, de la double menace du fascisme et du communisme stalinien, et cherchait la troisième voie. La troisième voie fut écrasée dans l’œuf par la guerre.

Nouvelle civilisation ou barbarie

Aujourd’hui, il s’agit de changer de voie, d’élaborer une nouvelle voie, et cela, dans et par le développement de la nouvelle civilisation, qu’incarnent déjà tant de bonnes volontés de tous âges, femmes, hommes, et qui dessine des nouvelles formes dans les oasis de vie. Mais les forces obscures et obscurantistes énormes de la barbarie froide et glacée du profit illimité qui dominent la civilisation actuelle progressent encore plus vite que les forces de salut, et nous ne savons pas encore si celles-ci pourront accélérer et amplifier leur développement. Socialisme ou barbarie, disait-on autrefois, aujourd’hui, il faut comprendre l’alternative : nouvelle civilisation ou barbarie.

(1) Lire l’article paru dans l’Humanité du mardi 13 octobre 2015.
bibliographie sélective

Parmi les nombreux ouvrages publiés par Edgar Morin, traduits en 28 langues et dans 42 pays, voici une petite liste chronologique :

l’An zéro de l’Allemagne (la Cité universelle, 1946),
Autocritique (Seuil, 1959), Introduction à une politique de l’homme (Seuil, 1969),
la Nature de la nature (premier tome de la Méthode, Seuil, 1977),
la Vie de la vie (tome 2, Seuil, 1980),
la Connaissance de la connaissance (tome 3, Seuil, 1986),
Introduction à la pensée complexe (Seuil, 1990),
les Idées (tome 4, Seuil, 1991),
l’Humanité de l’humanité – l’identité humaine (tome 5, Seuil, 2001),
Éthique (tome 6, Seuil, 2004),
la Voie (Fayard, 2011),
Impliquons-nous ! (Actes Sud, 2015),
Penser global – L’humain et son univers (Robert Laffont, 2015)…