miércoles, 7 de junio de 2017

JUICIO DE VALOR: Revisión

JUICIO DE VALOR





Percy Cayetano Acuña Vigil

El juicio de valor es un análisis basado en un conjunto particular (solo personal) de creencias, formas de vida o de valores. También puede ser definido como un sistema de valores específicos y con su consiguiente análisis de una situación particular.
Versa sobre lo correcto o errado de algo, o su utilidad sobre la base de una comparación u otra cuestión relativa. Por esto, no es válido para discutir cuestiones de existencia u otras cualidades del mundo físico sino para describir intereses y puntos de vista estrictamente personales. O también para dar opinión propia con respecto a los valores morales que son los parámetros.
También se entiende por juicio de valor una evaluación apresurada o basada en información limitada que se tiene a la mano. Este sentido sólo se aplica cuando la situación obliga a utilizar gustos o apreciaciones personales en vez de la mayor cantidad o mejor calidad de información disponible.
Desde el punto de vista existencial, en la vida, que es lo único absoluto y auténtico, hay cosas reales, hay objetos ideales y hay valores.
Las cosas reales y los objetos ideales los hay en mi vida y en la vida de cada uno, en el sentido de Ser.

En cuanto a los valores en mi vida o en nuestra vida, las cosas del mundo nos parecen algunas mejores que otras, porque el mundo en que vivimos no nos es indiferente y ante cada cosa que vemos tomamos una posición valorativa, la preferimos o no, le otorgamos poco o mucho valor.
La filosofía distingue entre juicios de existencia y juicios de valor.
Los juicios de existencia enuncian lo que esa cosa Es, sus propiedades u otros predicados de la cosa, desde la perspectiva de su existencia como ente y desde su esencia que la define.
Frente a estos juicios de existencia se contraponen los juicios de valor.
Los juicios de valor enuncian algo de la cosa que no agrega ni le quita nada a su esencia y existencia.
De modo que los valores no son cosas ni elementos de las cosas, son impresiones subjetivas de agrado o desagrado que nos producen las cosas y que nosotros proyectamos en ellas.
Sin embargo, el criterio del valor no consiste en el agrado o desagrado que nos producen las cosas sino en algo diferente, porque muchas veces algo nos puede agradar y ser considerado por otros malos; como el pecado en la religión católica, que puede ser grato pero malo para la doctrina, o la virtud que puede ser desagradable de practicar, pero tener buena reputación.
Los valores se pueden discutir, porque son subjetivos, pero si podemos discutir sobre ellos, significa que existe la convicción profunda de que son objetivos, que no dependen de mi agrado o desagrado, que están ahí y que quedan en mi alma después de contemplar el objeto.
Los valores se descubren tal como se descubren las verdades de la ciencia, o sea que pueden no haber sido intuidos antes pero después sí.
Los valores no son cosas, pero tampoco son impresiones puramente subjetivas.
Frente a este aparente dilema, el filósofo alemán Lotze, encontró la palabra exacta: los valores no Son, sino que valen, porque una cosa es valer y otra es Ser.
Cuando decimos que una cosa vale no decimos que Es, sino que estamos señalando que no nos es indiferente.
La no indiferencia contrapone el valer al Ser y es la esencia del valer, o sea que los valores tienen la categoría del valer y no la categoría del Ser.
Que una cosa valga no significa que sea más ni menos que lo que no vale, sino que quiere decir que es algo que tiene valor.
El valor pertenece al grupo ontológico que Husserl denominó, siguiendo a Stumpf, objetos no independientes, o sea que no se sustentan por sí mismos, que no Son, sino que están adheridos a otro objeto, y que llamamos cualidad.
Por ejemplo, el color y el espacio, no son independientes, porque no hay espacio sin color ni color sin espacio.
O sea, los valores tienen la primera categoría de valer en vez de Ser y la segunda categoría de la cualidad pura.

Se requiere siempre algo que valorar

Punto de partida

  • Partimos de conocer y de disponer de Indicios, evidencias, pruebas, y de una historia de los hechos vinculados.
  • Además, se requiere tener competencia dada por la praxis en el contexto.
  • Si es un acto se requiere un mínimo de información dada por las pautas señaladas.
  • Esto requiere conocer un mínimo de indicios que lleven a conocer el hecho. Estos indicios deben de completarse con la recolección de evidencias sobre el sujeto o sobre el acto realizado.
  • Indudablemente que complementariamente se requiere conocer y certificar las pruebas de lo que se valora.
  • Sin embargo, esto es sólo una primera instancia.
  • Todos estos referentes deben contrastarse con la ideología del evaluador.
  • El sujeto evaluador no es un ente abstracto, sino que tiene un contexto de referencia en el que sus propios valores están inmersos.
  • Estos valores entran a jugar un papel fundamental en el proceso valorativo y dependen de él finalmente para ponderar su juicio.



Desde el punto de vista existencial, en la vida, que es lo único absoluto y auténtico, hay cosas reales, hay objetos ideales y hay valores.
Las cosas reales y los objetos ideales los hay en mi vida y en la vida de cada uno, en el sentido de Ser.
En cuanto a los valores en mi vida o en nuestra vida, las cosas del mundo nos parecen algunas mejores que otras, porque el mundo en que vivimos no nos es indiferente y ante cada cosa que vemos tomamos una posición valorativa, la preferimos o no, le otorgamos poco o mucho valor.

La filosofía distingue entre juicios de existencia y juicios de valor.
Los juicios de existencia enuncian lo que esa cosa Es, sus propiedades u otros predicados de la cosa, desde la perspectiva de su existencia como ente y desde su esencia que la define.
Frente a estos juicios de existencia se contraponen los juicios de valor.
Los juicios de valor enuncian algo de la cosa que no agrega ni le quita nada a su esencia y existencia.
De modo que los valores no son cosas ni elementos de las cosas, son impresiones subjetivas de agrado o desagrado que nos producen las cosas y que nosotros proyectamos en ellas.
Sin embargo, el criterio del valor no consiste en el agrado o desagrado que nos producen las cosas sino en algo diferente, porque muchas veces algo nos puede agradar y ser considerado por otros malo; como el pecado en la religión católica, que puede ser grato pero malo para la doctrina, o la virtud que puede ser desagradable de practicar pero tener buena reputación.
Los valores se pueden discutir, porque son subjetivos, pero si podemos discutir sobre ellos, significa que existe la convicción profunda de que son objetivos, que no dependen de mi agrado o desagrado, que están ahí y que quedan en mi alma después de contemplar el objeto.
Los valores se descubren tal como se descubren las verdades de la ciencia, o sea que pueden no haber sido intuidos antes pero después sí.
Los valores no son cosas, pero tampoco son impresiones puramente subjetivas.
Frente a este aparente dilema, el filósofo alemán Lotze, encontró la palabra exacta: los valores no Son, sino que valen, porque una cosa es valer y otra es Ser.
Cuando decimos que una cosa vale no decimos que Es, sino que estamos señalando que no nos es indiferente.
La no indiferencia contrapone el valer al Ser y es la esencia del valer, o sea que los valores tienen la categoría del valer y no la categoría del Ser.
Que una cosa valga no significa que sea más ni menos que lo que no vale, sino que quiere decir que es algo que tiene valor.
El valor pertenece al grupo ontológico que Husserl denominó, siguiendo a Stumpf, objetos no independientes, o sea que no se sustentan por sí mismos, que no Son sino que están adheridos a otro objeto, y que llamamos cualidad.
Por ejemplo, el color y el espacio, no son independientes, porque no hay espacio sin color ni color sin espacio.
O sea, los valores tienen la primera categoría de valer en vez de Ser y la segunda categoría de la cualidad pura.


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Carl Stumpf
First published Wed Jan 28, 2009; substantive revision Mon Feb 2, 2015
The name Carl Friedrich Stumpf (1848–1936) is historically associated with one of the most important philosophical currents in the early twentieth century, phenomenology. Stumpf supervised Husserl’s habilitation thesis in Halle in 1887 and the latter’s seminal work on phenomenology, Logical Investigations (1900–1901), is dedicated to him in recognition of his friendship and his philosophical contribution to this book. 
Stumpf is also known as the founder of the Berlin Institute of Psychology, which gave birth to Gestalt psychology, another important current during the early twentieth century and whose main adherents were among others, his students W. Köhler, K. Koffka, W. Wertheimer and K. Lewin. Founder of the Phonogram Archive in Berlin, now under the protection of the UNESCO, he is also considered as one of the forefathers of comparative musicology and a pioneer in ethnomusicology. He held positions in the philosophy departments at the universities of Göttingen, Würzburg, Prague, Munich and Halle, before obtaining a professorship at the University of Berlin, where he was also rector in 1907–1908.
His two main sources of inspiration in philosophy are Franz Brentano, of whom he was the first student in Würzburg, and Hermann Lotze, who supervised his doctoral thesis on Plato (1868) and his habilitation thesis on mathematical axioms (1870). The philosophical work he left us is as original and as diversified as his academic and institutional achievements. Besides many treatises in the fields of acoustics and musicology, his important contributions to the development of the “new psychology” and to the philosophy of the mind in general should also be noted.
His friend William James said of him in his Principles of Psychology (p. 911) that he was “the most philosophical and profound of all writers; and I owe him much.” His studies in the field of descriptive psychology and phenomenology (known as the science of phenomena) for example, are of particular interest to current research in the fields of philosophy of mind and cognitive sciences.

Hermann Lotze
First published Wed Jan 12, 2005; substantive revision Thu Sep 18, 2014
Rudolph Hermann Lotze (1817–1881) mediated the transition from the exuberance of German idealism, in the first half of the nineteenth century, to the sober, scholarly and scientific ethos that came to prevail in the second half. He adapted the notion of “chief” or defining problems in the philosophical sub-disciplines, inherited from Herbart, and brought opposing approaches to bear on them, in a quasi-systematic way, preparing the way for the modern textbook.
A professor in a changing situation, moving toward bureaucratic centralization in an encompassing national state, he mostly restricted his attention to academic issues, appealing to his peers (but not the public) in the now rising professional journal (while maintaining a lively interest in things quotidian). Given the increasing amounts of data and the rising importance of the burgeoning new disciplines, Lotze hoped to preserve a special place for philosophy as a value-theoretic investigation.
Lotze's influence was far-reaching and not yet widely admitted or well understood. While he accidentally inspired numerous materialists (and was simultaneously claimed by the idealists), his strong association with certain traditionalist preachers, on the one hand, and liberal theological movements, on the other, blunted his interest for the philosophical revolutionaries of the twentieth century, while simultaneously preserving a continued line of subterranean influence.

Edmund Husserl
First published Fri Feb 28, 2003; substantive revision Tue Nov 1, 2016

Edmund Husserl was the principal founder of phenomenology—and thus one of the most influential philosophers of the 20th century. He has made important contributions to almost all areas of philosophy and anticipated central ideas of its neighbouring disciplines such as linguistics, sociology and cognitive psychology.

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